sábado, 8 de octubre de 2016

EUGENIO ESPEJO Y LA MASONERÍA (Por Jorge Núñez Sánchez)

Resumen: Es importante la relación de Espejo con la masonería, la que en el siglo XVIII sirvió para difundir las ideas de la Ilustración, pese a la campaña antimasónica de la Iglesia y la derecha. El historiador Gabriel Pino Roca afirma que existía en Quito la logia Ley Natural, presidida por Juan Pío Montúfar. Ella fue denunciada por Pedro Pérez Muñoz, un realista se la época en cartas enviadas a Madrid, las que fueron encontradas en el Archivo General de Indias de Sevilla por el historiador ecuatoriano Fernando Hidalgo Nistri. En una de esas cartas informa que Montúfar y los hermanos Espejo viajaron a Bogotá donde ingresaron en la francmasonería y de regreso fraguaron la colocación de pasquines subversivos y una rebelión. En realidad Eugenio Espejo viajó desterrado a Bogotá, pero la referencia al ingreso a a francmasonería es ratificada por varios historiadores colombianos. En efecto Montúfar y Espejo se iniciaron en la Logia El Arcano Sublime de la Filantropía, En Bogotá, Espejo estudió las obras avanzadas del liberalismo europeo en la biblioteca de Nariño y redactó el “Discurso a la Escuela de Concordia” y una “Instrucción” joco-seria de carácter masónico. En Quito, los Espejo, Montúfar, Gijón y Sánchez de Orellana fundaron la Escuela de la Concordia, núcleo de la Sociedad de Amigos del País, que internamente era una logia, de lo que hay referencias de Carrera Andrade y Rocafuerte.

Asunto de la mayor importancia es el relativo a los vínculos de Eugenio Espejo con la Masonería, institución que en el siglo XVIII se había convertido en el principal agente difusor de las ideas de la Ilustración y, en general, de los principios liberales acuñados por los filósofos Rousseau, Voltaire, Montesquieu y Locke, todos ellos masones. Sin embargo, la cerrada y permanente campaña antimasónica efectuada por los poderes tradicionales, y especialmente por la Iglesia y grupos de derecha, campaña que sigue hasta nuestros días, ha logrado difundir una falsa idea de la Masonería y satanizar todo lo que tenga que ver con ella. Esto ha impedido estudiar abierta y diáfanamente en nuestro país esas relaciones entre Eugenio Espejo y la Masonería. Empero, hay algunos estudios que nos permiten aproximarnos al tema. Uno de ellos pertenece al historiador guayaquileño Gabriel Pino Roca, quien señala que, para fines de la época colonial,

“ trabajaba en Quito una logia denominada “Ley Natural”… Era Venerable de ese Taller el hermano Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre, Presidente que fue de la Junta Suprema de Gobierno revolucionaria erigida en 1809. Miembro de la misma era el eminente hermano José Mejía Lequerica, quien, en las célebres Cortes de Cádiz de 1812, mereció el apodo de el “Mirabeau americano”. Documento fehaciente de que tanto el Marqués de Selva Alegre como Mejía Lequerica eran masones, es la carta que el segundo dirigió al primero desde Cádiz, dándole cuenta de los acontecimientos políticos de España y de los trabajos ocultos de la Fraternidad para el establecimiento en el Reino de las libertades públicas…” [1]

Otra prueba de la existencia de esa logia masónica quiteña es la denuncia que hizo de ella, y de su labor subversiva contra el sistema colonial, un inteligente y destacado realista de la época, don Pedro Pérez Muñoz, futuro “Marqués de Fiel Pérez de Calisto”, en las cartas que escribió en 1815, en Guayaquil, destinadas según parece a un alto funcionario de Madrid. Estas cartas fueron encontradas hace alrededor de una década en el Archivo General de Indias, de Sevilla, por el historiador ecuatoriano Fernando Hidalgo Nistri, quien las publicó en 1998 bajo el título de “Compendio de la rebelión de la América” y con sello de la editorial Abya Yala. Como señala Hidalgo en su estudio introductorio,

“el Compendio contiene una interesantísima colección de datos de primera mano, buena parte de los cuales han permanecido hasta hoy desconocidos. Una muestra fidedigna de ello son … los detalles relativos al establecimiento de las primeras logias masónicas.” [2]

En efecto, en su carta 14ª, el informante Pérez escribió a un desconocido funcionario de Madrid lo siguiente:

“Concluyo esta carta con referir a usted que en el año 93 se descubrió en Quito, se probó y justificó plenamente, que el Marqués de Selva Alegre, con Morales, Salinas y los dos hermanos Espejos fueron autores de los pasquines y banderillas de libertad republicana que amanecieron puestas en las esquinas. El médico Espejo murió durante su prisión, el clérigo (Juan Pablo Espejo) salió de ella y los otros ni entraron. Estos mismos han sido los causantes de las rebeliones de 1809 y 1810…”

Posteriormente, en su carta Nº 15, Pérez Muñoz le informó al mismo personaje acerca de la forma en que se constituyeron en Bogotá, y luego en Quito, las primeras logias y quiénes fueron sus fundadores. Sobre la de Quito dijo:

“El Marqués de Selva Alegre, don Juan Pío Montúfar hizo viaje desde Quito a Santa Fe en unión de los Espejos para alistarse en la cofradía francmasónica y regresados a su Patria fraguaron el año 93 los pasquines y plan de rebelión de que he hablado anteriormente a usted.” [3]

Esos “Espejos” de que habla Pérez Muñoz son, evidentemente, el doctor Eugenio Espejo y su hermano, el cura Juan Pablo Espejo. Pero la denuncia de Pérez Muñoz contiene un acierto y un equívoco. Comencemos por el equívoco: Pérez Muñoz muestra al Marqués de Selva Alegre, su enemigo del momento, al que desea acusar ante las autoridades de Madrid, como el personaje central de ese viaje a Bogotá, y a los hermanos Espejo como unos simples acompañantes, cuando en realidad sucedió todo lo contrario: el personaje central del asunto fue Eugenio Espejo, quien marchaba a Bogotá en calidad de desterrado y víctima de las persecuciones oficiales. Agreguemos ahora el acierto de Pérez Muñoz: él fue el primero en establecer y revelar una verdad que luego han establecido y difundido, por su parte, una variedad de prestigiosos historiadores colombianos: la de que Eugenio Espejo, su hermano Juan Pablo y su amigo y discípulo, el Marqués de Selva Alegre, se iniciaron masones en esa ciudad, en la logia “El Arcano Sublime de la Filantropía”, también conocida como “La Tertulia Patriótica”, que fuera fundada por el patriota Antonio Nariño y algunos científicos europeos residentes en Santafé de Bogotá, entre los cuales los científicos españoles Mutis, D’Elhúyar y el médico francés Luis de Rieux.

Entre los historiadores colombianos que han reseñado este asunto están Antonio Cacua Prada, Jorge Pacheco Quintero, Enrique Santos Molano y Eduardo Ruiz Martínez, dirigentes que han sido, los dos primeros, de la Academia Colombiana de Historia.

La iniciación masónica de esos quiteños habría ocurrido en 1789, el mismo año de la Revolución Francesa, mientras Montúfar se hallaba en esa ciudad en viaje de negocios y Espejo, que había llegado de Quito en calidad de desterrado, se hallaba gozando de su recuperada libertad y de la amistad de un grupo de destacados intelectuales santafereños. Según nos dice el notable historiador Cacua Prada, “el virrey José de Ezpeleta, quien tanto se preocupó por el avance de la cultura en estas tierras, estudió el expediente del Dr. Espejo y, al no encontrarlo culpable, determinó dejarlo en libertad”. [4]

Cabe precisar que en Bogotá, aprovechando la libertad de que gozaba y sus importantes relaciones intelectuales, Espejo se dedicó a estudiar todas las obras avanzadas del liberalismo europeo que existían en la biblioteca de Nariño. En ese grato ambiente intelectual redactó su notable “Discurso a la Escuela de la Concordia”, publicado ese mismo año de 1789 por la imprenta bogotana de Don Antonio Espinosa de los Monteros, gracias al financiamiento de Montúfar. [5] Allí también redactó otro escrito menos conocido, pero de trascendental importancia, titulado “Instrucción” y que fue hallado por las autoridades coloniales entre los papeles de Antonio Nariño, pasando a formar parte de las pruebas incriminatorias del proceso de Estado seguido al prócer granadino. [6] En nuestra opinión, la importancia de este documento radica en el evidente carácter masónico del mismo, constante de múltiples frases y datos simbólicos incluidos en su texto, toda vez que se trata de una propuesta joco-seria acerca de la “Instrucción masónica.” [7]

LA ESCUELA DE LA CONCORDIA

Siguiendo la exitosa experiencia de otras latitudes, los patriotas Eugenio y Juan Pablo Espejo, Juan Pío Montúfar, Miguel Gijón y Joaquín Sánchez de Orellana fundaron en Quito una sociedad secreta de clara inspiración masónica, que tomó el nombre propuesto por Espejo en su famoso discurso bogotano: “Escuela de la Concordia”. [8] Según el notable poeta y ensayista Jorge Carrera Andrade, que fuera miembro de la Orden Masónica, ésta organización “llegaría a contar con veintidós miembros y veintiséis socios correspondientes y formaría… el núcleo de la Sociedad Económica de Amigos del País. Naturalmente, el sagaz y activo Conde (Gijón) fue el primer Presidente de la revolucionaria ‘Escuela de la Concordia’, taller, logia y almáciga de los futuros próceres y mártires de la emancipación de la colonia”. [9]

Desde luego, el modelo organizativo seguido por Gijón y Espejo para su “Escuela” quiteña era el típico de las sociedades patrióticas españolas, y especialmente de las “Sociedades de Amigos del País”, formadas bajo inspiración y promoción del ministro Campomanes, en las que cada organización pública tenía normalmente, como “contraparte clandestina”, a una logia o sociedad secreta. [10]

En fin, otro testimonio de que hubo una logia en Quito lo aportó Vicente Rocafuerte, quien reveló que Juan de Dios Morales y él mismo buscaron independizar a la Audiencia de Quito mediante “sociedades secretas”, léase logias masónicas. Y se sabe que desde 1808 hubo algunas reuniones secretas, preparatorias del Primer Grito de la Independencia, efectuadas en la hacienda-obraje de “Chillo”, de propiedad del Marqués de Selva Alegre.

[1] Fichte Felds (Gabriel Pino Roca), “Proceso Histórico de la Masonería en el Ecuador”, edición de la Gran Logia del Ecuador, Guayaquil, 1927, p.1.

[2] Fernando Hidalgo Nistri, “Compendio de la rebelión de la América”, Ed. Abya Yala, Quito, 1998, p. 20.

[3] Hidalgo Nistri, op. cit., p. 64.

[4] Antonio Cacua Prada, “Antonio Nariño y Eugenio Espejo, dos adelantados de la libertad”, Archivo Histórico del Guayas, Guayaquil, 2000.

[5] Ibídem.

[6] Cacua Prada, op. cit.

[7] Expediente del proceso de Nariño, Archivo Histórico Nacional de Madrid, Sección de Consejos Suprimidos, Legajo 21.250.

[8] Esta sociedad tenía como objetivos el culto a la razón, la oposición al dogmatismo clerical, el estudio de la filosofía y de la ciencia, la búsqueda del progreso del país, la defensa de la libertad y la igualdad de los hombres, y la protección de todos sus miembros.

[9] Jorge Carrera Andrade: “La tierra siempre verde”, Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1977, p. 254.

[10] Véase al respecto: Iris M. Zavala:”Masones, comuneros y carbonarios”, Ed.Siglo XXI, Madrid, 1971, pp. 59 a 69. Por lo demás, “en el siglo XVIII la masonería (fue) apóstol de la ciencia y el progreso. Al combatir el culto a la tradición y fomentar la libertad de pensamiento, preparó el camino de la revolución política que se produjo más tarde. Ya difundidas las teorías igualitarias y sociales entre los grupos de poder, dejaron de ser privativas de la nobleza y de la élite, pasando al dominio de la burguesía y de la juventud. Una vez establecido como grupo en el poder, el Oriente masónico enajenó a la burguesía liberal, cuyos jóvenes crearon sus propias asociaciones… Ellos defendieron como principio vital la libertad e igualdad de los ciudadanos, poniendo así en marcha el concepto de democracia popular”. Id., p. 68.