sábado, 8 de octubre de 2016

El Rito Nacional Mexicano (por H. Fidel Zaragoza Solís, Gran Luminar, Gran Maestro)



1. Que el Rito Nacional Mexicano quedaba establecido regularmente en derecho, por el que tenían los miembros que lo formaban, masones regulares de ritos aceptados, que dicho Rito era por lo mismo, en su régimen interior, libre e independiente de cualquier otro del globo, como lo es la nación mexicana de las demás potencias.



2. Que el gobierno de este Rito residiría en un SUPREMO GRAN ORIENTE Y UNA GRAN LOGIA NACIONAL MEXICANA, y que se consideraría como ilegal a cualquiera reunión que trabajara bajo las formas del Rito sin haber tenido cédula legalizada para ello.



3. Que los grados simbólicos serían los mismos en número, que en todos los ritos establecidos y que forman la masonería universal, es decir, APRENDIZ, COMPAÑERO Y MAESTRO, y los grados altos seis, formando el todo nueve, cuyos títulos designaría el Reglamento General, así como sus atribuciones y deberes.



4. Que en cualquiera ciudad, aunque no fuere capital de estado, si llegaban a reunirse cinco logias particulares, regularmente constituidas con credenciales de Grandes Logias, se podría instalar una Gran Logia, sin que por eso pudiera haber más que una Gran Logia en cada estado.



5. Que la masonería mexicana no tendría otro objeto, que trabajar por despertar en nosotros los sentimientos de la más pura humanidad, y la práctica de todas las virtudes, elevando al hombre al nivel del hombre mismo, y enseñando a respetar y amar lo que la virtud y la sabiduría consagran a la humanidad como verdades eternas; estableciendo también en los misterios simbólicos, los lazos que unen a los miembros de la Gran Familia para tenerlos siempre reunidos bajo los auspicios de la concordia y la verdadera fraternidad.






Fuente: http://ritonacionalmexicano.org/wp/

El Rito Francés, "el más racional y adecuado a nuestra época"

Francia es el país donde han surgido la mayoría de los principales ritos masónicos, por lo que podríamos hablar de que, en realidad, todos ellos son ritos franceses.

El Rito Francés, rito utilizado por la mayoría de las Logias del Gran Oriente de Francia y por todas ellas en el momento de su creación, ha sabido conservar, en los aspectos fundamentales, los usos originales introducidos por los fundadores de la Francmasonería en el continente a principios del Siglo XVIII y desarrollar formas específicas, coherentes y adaptadas a nuestra propia idea de la Masonería y a sus evoluciones.

El Rito Francés es sin duda alguna el Rito más antiguo practicado en la Europa continental. Tiene la ventaja de tomar su fuente directamente del que se practicaba en la época de Anderson en torno a 1723 procedente de los que se denominaron los “modernos” lo que le confiere una legitimidad y en consecuencia una regularidad incontestable.

Origen y evolución,
Existen en el mundo diversos sistemas masónicos, muchos de los cuales cuentan con altos cuerpos que determinan su doctrina particular, su organización, grados y rituales, a los que se les denomina Ritos.

Las primeras Logias francesas se establecieron probablemente después de 1646, casi siempre bajo el impulso de los partidarios de los Estuardo refugiados en Saint Germain de Laye, por lo tanto con una influencia escocesa e irlandesa. Pero los representantes de la Gran Logia de Londres, creada en 1717, tomaron rápidamente el relevo e impusieron sus reglas.

Parece que la masonería, en su origen, no conoció más que un sistema de dos grados: el grado de Aprendiz aceptado y el grado de “Compañero del oficio”.

Entre 1730 y 1740, el primer grado original se desdobla (Aprendiz, Compañero) y el segundo grado se convierte en el tercero (Maestro), aumentándose con la novedosa leyenda de Hiram, aparecida en los años 1720, drama que se convierte en el relato central, fundando el origen y la unidad de la cultura masónica. Esta división, el deseo de sacralizar el lugar de reunión y la necesidad de dar una profundidad al Oriente, harán modificar la organización del espacio utilizado.

Después de su periodo de implantación y con las evoluciones específicas en Francia, sobre 1740 aparecen algunas aportaciones herméticas y de influencia caballeresca y monásticas importantes. Esto va a traducirse, en particular, en el empleo de la espada en las ceremonias, la evolución del modo de recepción de los neófitos y en la llegada de nuevas palabras al argot masónico, así como por la importancia dada al tema del evangelio de San Juan y en general a la Biblia. En realidad, se hacen una multitud de innovaciones diarias, generándose una enorme diversidad ritual a partir de la mitad del siglo.

Varios hechos deben tenerse en cuenta para apreciar la unificación ritual que el Gran Oriente de Francia va a establecer a partir de 1773, fecha de su constitución como una Obediencia de un nuevo tipo. Todas estas etapas condujeron a constituir la Masonería tal y como la conocemos hoy.
La fundación del Gran Oriente de Francia, en mayo de 1773, introduce un principio de unidad y coherencia obediencial y ritual. Se puso fin a la inamovilidad de los Venerables y se instituyó un principio de autoridad democrático.

Serán necesarios trece años para lograrlo. La primera Comisión (constituida por Bacon de la Chevalerie, Stroganoff y Toussaint) y sobre todo, después de 1776, la segunda Comisión (con Guillotin, Morin, Brest de la Chaussée y Savalette de Langes), investigaron profundamente.
Roettiers de Montaleau quien dirigiera del Gran Oriente de 1795 a 1804 con el título de Gran Venerable en ausencia del de Gran Maestro, será quien fundamente este proceso con la compilación de un Ritual Unificado y Codificado que fue editado en 1801 con el nombre de “Regulador del Masón”.

Esta regulación global proporcionará a la inmensa mayoría de las Logias del país una herramienta a la que se puede calificar de síntesis razonable, sucinta y con formas rituales equilibradas.

El carácter laico
El ritual del Rito Francés será modificado dos veces en la segunda mitad del Siglo XIX. En primer lugar por Murat quien hizo una versión corta y, probablemente, la más auténtica y fiel. A continuación por Amiable en un tiempo influenciado por el racionalismo, el positivismo y el cientificismo.

En 1877, el Gran Oriente de Francia decidió suprimir de sus trabajos la fórmula que obligaba a consagrar los trabajos a "La Gloria del Gran Arquitecto del Universo" como manifestación institucional de la defensa irrestricta a la absoluta libertad de conciencia de sus miembros, quienes están en libertad de creer o no creer en lo que les plazca.

Esta resolución del Gran Oriente fue el resultado de una enconada lucha desarrollada durante muchos años en reacción a otra resolución del Gran Oriente, tomada en 1849, por la cual se incluyó un artículo en la Constitución, que establecía como obligación para ser admitido en la masonería la creencia en Dios y en la inmortalidad del alma.

Eugenn Lennnhoff nos dice al respecto: "En 1875, el obispo Dupanloup se dió de baja en la Academia en protesta de la elección del eminente positivista Littré, autor del Diccionario etimológico, quien contaba 74 años de edad y solicitó ingresar en el Gran Oriente. Preguntado antes de la iniciación si creía en Dios, respondió: "Un sabio de la antigüedad, a quien un rey preguntó lo mismo, reflexionó durante muchos días, y nunca se sentía capacitado para responder. Yo os ruego que tampoco de mí exijáis afirmación ni negación”.

“La ciencia no niega una Causa primordial, porque no halla en parte alguna nada que la niegue ni la demuestre. Todo saber es relativo. Cada vez hallamos nuevas esencias y leyes primordiales cuyo profundísimo fondo desconocemos”.

“Quien resueltamente diga que no es creyente ni ateo, no hace sino demostrar su incomprensión del problema del origen y fin de las cosas”.

“Dos años más tarde el Gran Oriente suprimió la fórmula del "Gran Arquitecto del Universo". El clérigo protestante Desmons había defendido la proposición encaminada a esta supresión, alegando la necesidad de que el principio de la libertad de conciencia quedase expresado tan claramente como fuese posible. Esto tuvo efecto mediante esta fórmula: “La Masonería tiene por principios la absoluta libertad de conciencia y la solidaridad humana. No excluye a nadie por razón de su credo”. (Eugen Lennhoff, op. cit., pag. 104)

El Rito Francés y la problemática social
Existen una característica que determinan la preocupación social de las obediencias, logias y masones de Rito Francés, el carácter intelectual de los trabajos de este Rito.

Este factor, muy propio de la masonería latina, difiere de las logias anglosajonas, que tienen una actividad fundamentalmente ritualística, por lo que han debido confiar la tarea intelectual a logias especiales de estudios e investigación. En la masonería latina, muchas logias, especialmente las que asumen con responsabilidad el desarrollo de sus programas de trabajo son verdaderas logias de investigación.

El carácter filantrópico de este rito puede ser entendido de diversas maneras, pero todas ellas llevan implícita la idea de amor a la humanidad, y amar implica dar y darse.

Y la forma de entregar nuestro aporte a los demás, a nuestra comunidad y sociedad, y sobre todos a los más necesitados, debe pasar necesariamente por un análisis de la realidad social para ver qué se necesita hacer y qué puede efectivamente hacerse en su beneficio en este momento y lugar claramente determinados.

Los altos grados
La masonería simbólica (denominada masonería azul), se refiere exclusivamente a los grados de Aprendiz, Compañero y Maestro y está consagrada a la adquisición de la habilidad en el uso de la herramienta masónica. Es solamente, cuando está en plena posesión de esta habilidad cuando el Maestro puede actuar eficazmente sobre él mismo y sobre la sociedad.

Los cuatro Órdenes siguientes se destinan entonces a la acción, acción que se vuelve fértil por la calidad de la herramienta forjada en los tres primeros grados.

La utilización de la herramienta va a ponerse en valor sucesivamente en cuatro ámbitos, correspondiendo a cada uno de los cuatro Órdenes.

1º Orden, “Elegido” : Tiene por tema fundamental el establecimiento de la justicia en todos los ámbitos.

2º Orden, “Gran Elegido”: Se refiere a la unión de los hombres y al logro de unos valores universales.

3º Orden, “Caballero Masón”: Dedicado a las dificultades de la edificación social y la reconstrucción.

4º Orden, “Perfecto Masón Libre”: Después de haber recorrido las etapas anteriores: establecer la justicia, trabajar por realizar la unidad de los valores y reconstruir, el masón se puede establecer en una sociedad justa y esclarecida.

A modo de conclusión
Son características esenciales del rito francés: su sistema de gobierno democrático, su carácter laico, tolerante y filosófico y su preocupación por la problemática social.

Por esto, en la actualidad el Gran Oriente de Francia, sin necesidad de ejercer ningún poder o presión internacional, se ha convertido en líder de la llamada Masonería Liberal en todo el mundo y el Rito Francés se ha constituido en el vehículo más adecuado de expresión y práctica de este tipo de masonería democrática, comprometida con la problemática social y con el progreso de la humanidad, por lo que un autor como Lorenzo Frau Abrines ya afirmó de él que "...dígase lo que se quiera, el Rito Moderno o Francés, dado el espíritu filosófico y de reforma progresiva que inspira su doctrina, es el más racional y adecuado a nuestra época, de cuantos en el día se practican...".

Christian Gadea Saguier


FUENTE: http://losarquitectos.blogspot.com/2006/10/el-rito-francs-el-ms-racional-y.html

EUGENIO ESPEJO Y LA MASONERÍA (Por Jorge Núñez Sánchez)

Resumen: Es importante la relación de Espejo con la masonería, la que en el siglo XVIII sirvió para difundir las ideas de la Ilustración, pese a la campaña antimasónica de la Iglesia y la derecha. El historiador Gabriel Pino Roca afirma que existía en Quito la logia Ley Natural, presidida por Juan Pío Montúfar. Ella fue denunciada por Pedro Pérez Muñoz, un realista se la época en cartas enviadas a Madrid, las que fueron encontradas en el Archivo General de Indias de Sevilla por el historiador ecuatoriano Fernando Hidalgo Nistri. En una de esas cartas informa que Montúfar y los hermanos Espejo viajaron a Bogotá donde ingresaron en la francmasonería y de regreso fraguaron la colocación de pasquines subversivos y una rebelión. En realidad Eugenio Espejo viajó desterrado a Bogotá, pero la referencia al ingreso a a francmasonería es ratificada por varios historiadores colombianos. En efecto Montúfar y Espejo se iniciaron en la Logia El Arcano Sublime de la Filantropía, En Bogotá, Espejo estudió las obras avanzadas del liberalismo europeo en la biblioteca de Nariño y redactó el “Discurso a la Escuela de Concordia” y una “Instrucción” joco-seria de carácter masónico. En Quito, los Espejo, Montúfar, Gijón y Sánchez de Orellana fundaron la Escuela de la Concordia, núcleo de la Sociedad de Amigos del País, que internamente era una logia, de lo que hay referencias de Carrera Andrade y Rocafuerte.

Asunto de la mayor importancia es el relativo a los vínculos de Eugenio Espejo con la Masonería, institución que en el siglo XVIII se había convertido en el principal agente difusor de las ideas de la Ilustración y, en general, de los principios liberales acuñados por los filósofos Rousseau, Voltaire, Montesquieu y Locke, todos ellos masones. Sin embargo, la cerrada y permanente campaña antimasónica efectuada por los poderes tradicionales, y especialmente por la Iglesia y grupos de derecha, campaña que sigue hasta nuestros días, ha logrado difundir una falsa idea de la Masonería y satanizar todo lo que tenga que ver con ella. Esto ha impedido estudiar abierta y diáfanamente en nuestro país esas relaciones entre Eugenio Espejo y la Masonería. Empero, hay algunos estudios que nos permiten aproximarnos al tema. Uno de ellos pertenece al historiador guayaquileño Gabriel Pino Roca, quien señala que, para fines de la época colonial,

“ trabajaba en Quito una logia denominada “Ley Natural”… Era Venerable de ese Taller el hermano Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre, Presidente que fue de la Junta Suprema de Gobierno revolucionaria erigida en 1809. Miembro de la misma era el eminente hermano José Mejía Lequerica, quien, en las célebres Cortes de Cádiz de 1812, mereció el apodo de el “Mirabeau americano”. Documento fehaciente de que tanto el Marqués de Selva Alegre como Mejía Lequerica eran masones, es la carta que el segundo dirigió al primero desde Cádiz, dándole cuenta de los acontecimientos políticos de España y de los trabajos ocultos de la Fraternidad para el establecimiento en el Reino de las libertades públicas…” [1]

Otra prueba de la existencia de esa logia masónica quiteña es la denuncia que hizo de ella, y de su labor subversiva contra el sistema colonial, un inteligente y destacado realista de la época, don Pedro Pérez Muñoz, futuro “Marqués de Fiel Pérez de Calisto”, en las cartas que escribió en 1815, en Guayaquil, destinadas según parece a un alto funcionario de Madrid. Estas cartas fueron encontradas hace alrededor de una década en el Archivo General de Indias, de Sevilla, por el historiador ecuatoriano Fernando Hidalgo Nistri, quien las publicó en 1998 bajo el título de “Compendio de la rebelión de la América” y con sello de la editorial Abya Yala. Como señala Hidalgo en su estudio introductorio,

“el Compendio contiene una interesantísima colección de datos de primera mano, buena parte de los cuales han permanecido hasta hoy desconocidos. Una muestra fidedigna de ello son … los detalles relativos al establecimiento de las primeras logias masónicas.” [2]

En efecto, en su carta 14ª, el informante Pérez escribió a un desconocido funcionario de Madrid lo siguiente:

“Concluyo esta carta con referir a usted que en el año 93 se descubrió en Quito, se probó y justificó plenamente, que el Marqués de Selva Alegre, con Morales, Salinas y los dos hermanos Espejos fueron autores de los pasquines y banderillas de libertad republicana que amanecieron puestas en las esquinas. El médico Espejo murió durante su prisión, el clérigo (Juan Pablo Espejo) salió de ella y los otros ni entraron. Estos mismos han sido los causantes de las rebeliones de 1809 y 1810…”

Posteriormente, en su carta Nº 15, Pérez Muñoz le informó al mismo personaje acerca de la forma en que se constituyeron en Bogotá, y luego en Quito, las primeras logias y quiénes fueron sus fundadores. Sobre la de Quito dijo:

“El Marqués de Selva Alegre, don Juan Pío Montúfar hizo viaje desde Quito a Santa Fe en unión de los Espejos para alistarse en la cofradía francmasónica y regresados a su Patria fraguaron el año 93 los pasquines y plan de rebelión de que he hablado anteriormente a usted.” [3]

Esos “Espejos” de que habla Pérez Muñoz son, evidentemente, el doctor Eugenio Espejo y su hermano, el cura Juan Pablo Espejo. Pero la denuncia de Pérez Muñoz contiene un acierto y un equívoco. Comencemos por el equívoco: Pérez Muñoz muestra al Marqués de Selva Alegre, su enemigo del momento, al que desea acusar ante las autoridades de Madrid, como el personaje central de ese viaje a Bogotá, y a los hermanos Espejo como unos simples acompañantes, cuando en realidad sucedió todo lo contrario: el personaje central del asunto fue Eugenio Espejo, quien marchaba a Bogotá en calidad de desterrado y víctima de las persecuciones oficiales. Agreguemos ahora el acierto de Pérez Muñoz: él fue el primero en establecer y revelar una verdad que luego han establecido y difundido, por su parte, una variedad de prestigiosos historiadores colombianos: la de que Eugenio Espejo, su hermano Juan Pablo y su amigo y discípulo, el Marqués de Selva Alegre, se iniciaron masones en esa ciudad, en la logia “El Arcano Sublime de la Filantropía”, también conocida como “La Tertulia Patriótica”, que fuera fundada por el patriota Antonio Nariño y algunos científicos europeos residentes en Santafé de Bogotá, entre los cuales los científicos españoles Mutis, D’Elhúyar y el médico francés Luis de Rieux.

Entre los historiadores colombianos que han reseñado este asunto están Antonio Cacua Prada, Jorge Pacheco Quintero, Enrique Santos Molano y Eduardo Ruiz Martínez, dirigentes que han sido, los dos primeros, de la Academia Colombiana de Historia.

La iniciación masónica de esos quiteños habría ocurrido en 1789, el mismo año de la Revolución Francesa, mientras Montúfar se hallaba en esa ciudad en viaje de negocios y Espejo, que había llegado de Quito en calidad de desterrado, se hallaba gozando de su recuperada libertad y de la amistad de un grupo de destacados intelectuales santafereños. Según nos dice el notable historiador Cacua Prada, “el virrey José de Ezpeleta, quien tanto se preocupó por el avance de la cultura en estas tierras, estudió el expediente del Dr. Espejo y, al no encontrarlo culpable, determinó dejarlo en libertad”. [4]

Cabe precisar que en Bogotá, aprovechando la libertad de que gozaba y sus importantes relaciones intelectuales, Espejo se dedicó a estudiar todas las obras avanzadas del liberalismo europeo que existían en la biblioteca de Nariño. En ese grato ambiente intelectual redactó su notable “Discurso a la Escuela de la Concordia”, publicado ese mismo año de 1789 por la imprenta bogotana de Don Antonio Espinosa de los Monteros, gracias al financiamiento de Montúfar. [5] Allí también redactó otro escrito menos conocido, pero de trascendental importancia, titulado “Instrucción” y que fue hallado por las autoridades coloniales entre los papeles de Antonio Nariño, pasando a formar parte de las pruebas incriminatorias del proceso de Estado seguido al prócer granadino. [6] En nuestra opinión, la importancia de este documento radica en el evidente carácter masónico del mismo, constante de múltiples frases y datos simbólicos incluidos en su texto, toda vez que se trata de una propuesta joco-seria acerca de la “Instrucción masónica.” [7]

LA ESCUELA DE LA CONCORDIA

Siguiendo la exitosa experiencia de otras latitudes, los patriotas Eugenio y Juan Pablo Espejo, Juan Pío Montúfar, Miguel Gijón y Joaquín Sánchez de Orellana fundaron en Quito una sociedad secreta de clara inspiración masónica, que tomó el nombre propuesto por Espejo en su famoso discurso bogotano: “Escuela de la Concordia”. [8] Según el notable poeta y ensayista Jorge Carrera Andrade, que fuera miembro de la Orden Masónica, ésta organización “llegaría a contar con veintidós miembros y veintiséis socios correspondientes y formaría… el núcleo de la Sociedad Económica de Amigos del País. Naturalmente, el sagaz y activo Conde (Gijón) fue el primer Presidente de la revolucionaria ‘Escuela de la Concordia’, taller, logia y almáciga de los futuros próceres y mártires de la emancipación de la colonia”. [9]

Desde luego, el modelo organizativo seguido por Gijón y Espejo para su “Escuela” quiteña era el típico de las sociedades patrióticas españolas, y especialmente de las “Sociedades de Amigos del País”, formadas bajo inspiración y promoción del ministro Campomanes, en las que cada organización pública tenía normalmente, como “contraparte clandestina”, a una logia o sociedad secreta. [10]

En fin, otro testimonio de que hubo una logia en Quito lo aportó Vicente Rocafuerte, quien reveló que Juan de Dios Morales y él mismo buscaron independizar a la Audiencia de Quito mediante “sociedades secretas”, léase logias masónicas. Y se sabe que desde 1808 hubo algunas reuniones secretas, preparatorias del Primer Grito de la Independencia, efectuadas en la hacienda-obraje de “Chillo”, de propiedad del Marqués de Selva Alegre.

[1] Fichte Felds (Gabriel Pino Roca), “Proceso Histórico de la Masonería en el Ecuador”, edición de la Gran Logia del Ecuador, Guayaquil, 1927, p.1.

[2] Fernando Hidalgo Nistri, “Compendio de la rebelión de la América”, Ed. Abya Yala, Quito, 1998, p. 20.

[3] Hidalgo Nistri, op. cit., p. 64.

[4] Antonio Cacua Prada, “Antonio Nariño y Eugenio Espejo, dos adelantados de la libertad”, Archivo Histórico del Guayas, Guayaquil, 2000.

[5] Ibídem.

[6] Cacua Prada, op. cit.

[7] Expediente del proceso de Nariño, Archivo Histórico Nacional de Madrid, Sección de Consejos Suprimidos, Legajo 21.250.

[8] Esta sociedad tenía como objetivos el culto a la razón, la oposición al dogmatismo clerical, el estudio de la filosofía y de la ciencia, la búsqueda del progreso del país, la defensa de la libertad y la igualdad de los hombres, y la protección de todos sus miembros.

[9] Jorge Carrera Andrade: “La tierra siempre verde”, Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1977, p. 254.

[10] Véase al respecto: Iris M. Zavala:”Masones, comuneros y carbonarios”, Ed.Siglo XXI, Madrid, 1971, pp. 59 a 69. Por lo demás, “en el siglo XVIII la masonería (fue) apóstol de la ciencia y el progreso. Al combatir el culto a la tradición y fomentar la libertad de pensamiento, preparó el camino de la revolución política que se produjo más tarde. Ya difundidas las teorías igualitarias y sociales entre los grupos de poder, dejaron de ser privativas de la nobleza y de la élite, pasando al dominio de la burguesía y de la juventud. Una vez establecido como grupo en el poder, el Oriente masónico enajenó a la burguesía liberal, cuyos jóvenes crearon sus propias asociaciones… Ellos defendieron como principio vital la libertad e igualdad de los ciudadanos, poniendo así en marcha el concepto de democracia popular”. Id., p. 68.