Todo el que sienta los ideales de la
Francmasonería se debe haber preguntado alguna vez por qué esta
Orden le atrae, y qué es lo que en ella le retiene. En realidad
somos muchos los que nos hacemos esta pregunta continuamente, y
formulamos respuestas que no afectan más que a los bordes del
problema, porque siempre hay un elemento que se nos escapa: algo
intangible e indefinido que no podemos localizar, definir o analizar
a pesar de que es absolutamente real de que está definido de un modo
perfecto y de que existe sin duda alguna algo que ejerce
inconfundible seducción; algo que, al mismo tiempo que aplaca el
hambre interior, la aumenta en grado extraordinario; algo misterioso,
seductor y estimulante; algo que nos arrastra perpetuamente delante,
como finito impulso hacia un infinito objetivo.
Más notable todavía es que nos percatemos de ello mucho tiempo
antes de que sepamoslo que es en realidad la Francmasonería (la
cual, no obstante, sentimos en el fondo de nuestro corazón). Pues
aunque la mayoría de los candidatos a la Masonería tengan una idea
vaga y general de que ésta es digna de respeto y crean que es una
venerable institución que inculca elevados ideales relativos a la
vida no les es dable saber mucho más acerca de esta asociación.
Poco o nada puede saber el profano de sus ceremonias, aunque sepa que
éstas existen. No obstante, la absoluta ignorancia de las enseñanzas
y métodos de la Francmasonería no es obstáculo para que los
hombres se sumen a su Fraternidad. los hombres sienten por la Orden
se debe a mera curiosidad, pues casi todos los masones saben por
propia experiencia que esto no es cierto.
En todas las demás cosas solemos mirar antes de dar un salto y
procuramos informarnos antes de dar un paso definido o de lanzarnos a
alguna empresa. La más elemental prudencia nos aconseja que
averigüemos en qué consiste la institución a que deseamos
adherirnos, o el plan que hemos de seguir. No obstante, poco a nada
podemos saber de antemano acerca de la Francmasonería, pues hasta
los mismos masones serían las últimas personas del mundo en
revelarnos algo referente a ellos o a su institución. A pesar de
todo esto entramos en su Fraternidad convencidos plenamente de que no
vamos por mal camino, y nos zambullimos en las tinieblas sin sentir
escrúpulos ni cortedad,
respondiendo a una llamada interior que no sabemos explicar ni
comprender. Aún más: sabido es que ningún hombre sensato es capaz
de opinar sobre los asuntos corrientes de la vida antes de haber
hecho un examen detenido. Pues bien, cuando se trata de
Francmasonería ocurre lo contrario, porque todos solemos tener una
idea favorable y preconcebida de nuestra Orden, que es la que nos
induce a sumarnos a ella.
Así que la Francmasonería tiene un sello característico que la
diferencia de todas las demás cosas del mundo, aun antes de que dé
comienzo nuestra vida masónica.
Sin embargo, antes de que sondeemos profundamente en este factor
misterioso e intangible que constituye el corazón y la entraña de
la atracción que nos impulsa haciala Masonería, es conveniente ,que
pasemos revista a unos cuantos de los demás aspectos de esta
atracción, cuyo aislamiento y examen no es difícil de hacer.
El ritual sencillo, dignificado y bello ha desaparecido casi por
completo del mundo moderno. Es cierto que la Iglesia Católica y la
alta Iglesia Anglicana conservan todavía gran parte de ritual, el
cual se ha limitado mucho en la gran parte de la Iglesia establecida
y apenas subsiste en las capillas no-conformistas. En la vida cívica
subsisten aún algunas ceremonias, como las de apertura del
Parlamento, coronaciones, jubileos, funciones de lores mayores,
inauguración de estatuas y algunas otras, pero estos acontecimientos
son relativamente escasos y, además, nada hay en su naturaleza que
forme parte de la vida regular del ciudadano corriente. En efecto,
durante muchas generaciones la creciente influencia del materialismo
ha procurado eliminar de nuestra vida las ceremonias como si se
tratara de una superstición.
No cabe duda de que esta tendencia es sana y buena en cuanto hace que
los hombres dejen de tomar parte en ceremonias ritualísticas que, no
teniendo sino aparato externo, no se basan en ninguna realidad
interna, ni se fundamentan en lo que en tiempos primitivos recibía
el nombre de magia y se consideraba como llamada para que actuaran
las fuerzas más ocultas e internas de la naturaleza y los seres
pertenecientes a un mundo distinto del nuestro.
Sin embargo, es indudable que casi todo el mundo abriga un secreto
amor por las ceremonias o el ritual. Prueba de ello es la adhesión
del pueblo a ciertas instituciones como por ejemplo, la extravagante
y abigarrada guardia de corps, las procesiones del Lord Mayor, las
pelucas de los jueces y cosas por el estilo. El entusiasmo por las
exhibiciones históricas, así como los caprichosos vestidos que
idean las madres para sus hijos y la perenne fantasía de los trajes
de los jóvenes y los ancianos, son otros tantos ejemplos de este
incontenible amor por las ceremonias.
Este es, indudablemente. uno de los principales atractivos que tiene
la Masonería para la mayoría de sus iniciados. Hay en la vida
moderna tanto bullicio, tanta precipitación, tanta barahunda, tanta
indecencia, tanta actividad, tanta insistencia en los derechos
propios, tan poca consideración por los sentimientos ajenos y tan
poca dignidad o cortesía que brote espontáneamente de bondadosos
corazones, que nos causa extraordinario placer el hecho de entrar en
la atmósfera tan opuesta de las logias en donde reinan la dignidad y
el orden, en vez de la indigna inquietud a que estamos acostumbrados
en el mundo externo.
Maravilloso tónico para los nervios fatigados por la tensión de la
vida ordinaria es la entrada en el recinto de una Logia masónica, en
donde todo es quietud, orden y paz; en donde cada cargo del taller y
cada hermano tiene su lugar fijo y su deber prescrito: en donde nadie
usurpa las funciones ajenas; en donde, una vez que se ha elegido o
determinado la forma del drama, todos cooperan armónicamente y de
buen grado para llevar a cabo las ceremonias de forma tal que se cree
el ambiente que algún día ha de caracterizar hasta al mismo mundo
externo, cuando cesen de disputarse los hombres, aprendan la lección
de la fraternidad fiel y cooperen con la suprema Voluntad de la
evolución a fin de ordenar todas las cosas, bella, fuerte y
sabiamente.
También es agradable el goce estético que produce el tomar parte en
una ceremonia bien dirigida en que, no sólo hayan estudiado
intensamente todos los hermanos los actos y palabras que les
correspondan, sino que, además, comprendan su significación y
pongan lo mejor de su alma ¡en todo cuanto hagan o digan. La
disposición misma de la Logia, la ordenada y digna colocación de
las Columnas, los Oficiales con sus Insignias especiales que tachonan
la asamblea con pinceladas de colores agradables, la situación de
las Luces y todas las demás cosas adjuntas con que estamos
familiarizados, contribuyen a formar un tout ensemble que conforta a
la vista, agrada a los sentidos,
place a la mente, satisface a la naturaleza religiosa y al par que
contrasta con la mayor parte de nuestra vida diaria, es una esperanza
para el porvenir del mundo.
Otro elemento de gran belleza que conmueve a todo el que siente la
poesía y la música es el exquisito ritmo y eufonía de nuestro
antiguo ritual, cuyas palabras y frases no tienen igual en la
literatura inglesa si se exceptúan la Biblia y las obras de
Shakespeare.
El antiguo dicho inglés de que “una cosa bella proporciona goce
eterno” puede aplicarse a las sencillas y profundas palabras de
nuestro ritual, porque se da el caso de que, a pesar de ser oídas
continuamente todos los años en las diferentes ceremonias, nunca
pierden su atractivo ni cansan ni envejecen; antes bien, su belleza,
su majestad y su significación aumentan a medida que nos
familiarizamos con con ellas, lo cual es una verdadera prueba de
suprema literatura, de satisfacción ética y de religioso
significado.
¡Cuán admirable es la tradición de que las palabras de nuestro
ritual han de repetirse sin añadir, omitir ni alterar nada, porque
la mayoría de las sentencias se han redactado en forma tan perfecta,
que cualquier variación rompería su sonoridad o malearía su
significación!
La hermosura del lenguaje contribuye tanto como los demás factores a
que las palabras del ritual nos produzca intensa impresión. Estas
amplias y profundas enseñanzas no deben su poder a sutilezas
metafísicas, ni a análisis filosóficos ni a su novedad intrínseca,
sino, más bien, a su sencillez, concisión y universalidad.
Propiedad común de todos los sistemas religiosos conocidos es la
identidad de los preceptos éticos; no obstante, el método de
presentación de las antiguas verdades de moral y de amor fraternal,
así como la franqueza, la restricción, la grandeza y verdadera
sinceridad del ritual masónico con su trascendental significado
hacen que estas enseñanzas nos
parezcan siempre nuevas, vívidas, inspiradoras y prácticas.
Muchos intelectos modernos, a quienes vienen cortas las estrechas y
anticientíficas ideas de ciertas ortodoxias religiosas, aceptan con
verdadera complacencia la carencia absoluta de dogmas teológicos y
de otros géneros de que se jacta la Masonería. Gran parte de los
pensadores de mediana cultura reconocen la fraternidad, aceptan una
ley ética y un código moral basados en la fraternidad; pero no
derivan ésta de preceptos religiosos externos, sino de los dictados
de sus corazones y de la innata benevolencia que sienten hacia sus
camaradas.
La Francmasonería expone estas enseñanzas con tanta universalidad y
catolicidad que los hombres pertenecientes a cualquiera de los credos
así como los que no acepten ninguno, pueden subscribirlas sin
escrúpulos, reconociéndolas como norma de verdad que ellos conocen
por experiencia interna, sin necesitar el apoyo de muletas
teológicas.
Además, ya no es posible negar el hecho de que en los tiempos
modernos existe mucha gente que no profesa una fórmula definida de
creencia religiosa, quizás porque está convencida de que no puede
subscribir honradamente los credos que satisfacían a los hombres del
pasado. La necesidad de expresión de fe religiosa que esta gente
experimenta sin poderlo evitar y que todos sentimos prácticamente,
puede satisfacerse en gran parte con la sinceridad sencilla de la
ética masónica y su declaración de fraternal benevolencia.
El conjunto de esta ética, verdadero corazón y nervio de la
Francmasonería, lo constituye la palabra Fraternidad, palabra sin
par en todos los idiomas. Si el masón la acepta sin evasivas,
equívocos ni reservas mentales de ningún género, llegará a lograr
el pleno desarrollo masónico; pero si la rechaza, no tendrá derecho
a penetrar en el sagrado recinto del Templo, aunque ostente el más
elevado de los grados.
La Fraternidad es para el masón lo que la luz del sol para los seres
vivos: y, así como la luz puede dividirse en infinitos matices y
colores y su poder puede transmutar se en incontables fuerzas y
manifestaciones de vida, así el espíritu de Fraternidad que
resplandece en los corazones de los hombres puede iluminar sus
naturalezas e inspirar sus acciones de modos tan infinitos como las
arenas del mar y tan diversos, como las flores del campo. El espíritu
fraternal es tan penetrante como el éter existente en todas las
formas de la materia, porque se infunde en la vida toda del
francmasón, iluminándola con su sabiduría, sustentándola con su
fuerza omnipotente y haciendo que su belleza irradie hasta los
confines más lejanos de la tierra. Los hombres se ven obligados a
menudo a obrar bajo normas éticas de nivel inferior a que desearan
debido a numerosas razones. Los motivos a que se debe este estado de
cosas son sutiles y complejos. Así, por ejemplo, muchos temen que su
bondad se tome por debilidad o su generosidad por sentimentalismo.
Otros tienen miedo de que la gente crea que son capaces de ser más
virtuosos que sus camaradas y, violentando sus ideas y emociones, no
despliegan la virtud que sienten latir en su corazón. Muchas veces
los hombres no se atreven a llevar a cabo un acto virtuoso en
público, pero experimentarían gran alegría si pudieran realizarlo
sin que nadie se enterase.
La Francmasonería proporciona a los hombres de este género – de
los cuales hay muchos en el mundo – un medio de expresión seguro y
secreto. El que la logia esté a cubierto de profanos -lo cual
constituye el deber primerísimo y constante de todo francmasón –
da una sensación de seguridad y de reserva, que impide que puedan
penetrar las miradas del mundo externo, y proporciona al masón la
oportunidad de “soltar” las riendas que le coartan y de ser su yo
real, ese Yo Superior que teme mostrarse libre y francamente en todas
partes, menos en los sagrados recintos del Templo, en donde los
hombres confían en él y le llaman Hermano. Porque el nombre de
Hermano es altamente mágico.
Así como “todo lo del mundo es un escenario y todos los hombres
son comediantes”, así el masón tiene un papel que representar en
su Logia en la que puede quitarse la falsa careta que ha de llevar
por fuerza en el mundo y ponerse la máscara mucho más noble de
masón. Y de esta manera, al par que se regocija de que la guisa de
masón le permita hablar y obrar como muchas veces hubiera deseado
hacer en el mundo si se hubiera atrevido, encuentra en su Logia tal
oportunidad para manifestar cual es la verdadera naturaleza de su
ser, que rarísimas veces podría hallarla en otra parte. De manera
que el elemento de ficción asociado a algo de carácter dramático
hace posible que el hombre real sea por unos momentos aquello que
pretende ser.
Deben haber muchos masones que anhelen la llegada de un día en que
sea posible sentir y obrar en el mundo externo del mismo modo que lo
hacen en la Logia y en que las normas de ésta sean las del mundo. La
bondad, la tolerancia, la benevolencia y la amistad mutuas, la
cortesía y la ayuda, la camaradería y la fidelidad son los
verdaderos elementos de nuestra obra en la Logia, son los fundamentos
del Templo que, cimentado en la virtud, ha de ser erigido por la
ciencia con mayor sabiduría cada vez. Pero estas cosas no pueden
existir más que parcialmente en el mundo porque el corazón de los
hombres es todavía duro y la ignorancia les ciega. Por esos hemos de
cerrar a la fuerza nuestras Logias, para evitar que sus sagradas
cosas sean mancilladas y que sea manchada la alfombra del templo.
El ideal de la Masonería constituye un factor inmenso en la vida de
todo verdadero masón, porque arraiga más profundamente que
cualquier esprit de corps y es el espíritu mismísimo de la vida.
Para el masón la Orden es una Divinidad que no ha de ser mancillada
jamás ni con la más leve mancha, es una estrella eterna, un inmóvil
sol de los cielos, un centro del que no puede apartarse a menos de
ser falso consigo mismo.
¡Cuánta poesía encierra el nombre de la Orden! Los hombres han
sentido a través de todas las épocas su ideología: en todos los
países del mundo han hecho ceremonias semejantes a las que nosotros
hacemos ahora y a las que los hijos de nuestros hijos enseñarán a
sus vástagos. La celebración de los ritos masónicos se remonta a
la noche de los tiempos prehistóricos. Las ceremonias de que las
nuestras se derivan han sido celebradas por hombres de todas las
razas en centenares de idiomas y dialectos en climas escalonados
desde el tórrido ecuador hasta los polos helados, en la ciudad y en
el bosque, en fértiles llanuras y áridos desiertos y sobre las
montañas más altas y las cañadas más hondas. La Francmasonería
ha existido doquiera han vivido los hombres y sus eternas tradiciones
y landmarks se han transmitido de generación en generación,
enlazando el pasado, con el presente y con el porvenir en una humana
solidaridad, y ligando a todo en indisoluble unidad con el G. A.
quien desde el centro trazó las líneas en que hemos de construir su
Sagrado Templo y ordenó a sus fieles obreros que trabajaran en él
para completar la obra de sus divinas manos.
La poesía de la Francmasonería sobrepuja a todas las otras poesías;
porque éstas son temporales y fugaces, mientras que aquélla no
tiene en cuenta el transcurrir del tiempo, ni las mutaciones
modifican para nada sus antiguos e inmutables fundamentos
(landmarks).
¿Qué misterio encierra esto? ¿Qué misterios se ocultan tras de
estas sencillas y profundas ceremonias? ¿Puede alguien responder
satisfactoriamente a esta pregunta? ¿Será capaz algún hombre de
dar una respuesta satisfactoria antes de llegar a ser más que hombre
y de leer estos verdaderos s… de los que únicamente oímos en
nuestras logias los secretos reemplazantes? Así retornamos como
siempre a ese misterioso e intangible elemento que nos agarra con
garra más poderosa que la del león; a ese elemento que constituye
la verdadera razón de que los hombres se hagan francmasones y de que
“una vez que uno se hace francmasón lo sea para siempre”. Cada
secreto comunicado es el preludio de ulteriores secretos:
cada nuevo toque no es en realidad sino una llave de paso que nos
abre la puerta de regiones cada vez más próximas al oculto corazón
de lo que sustenta el esoterismo de la Francmasonería.
Todos los diversos elementos de que hemos hablado en particular
diciendo que hacen llamamientos aislados al masón, no son más que
los instrumentos individuales que forman una orquesta: considerada en
sí la gran sinfonía es más sublime que todas las partes a pesar de
que la combinada armonía de éstas es la que la hace audible. Ella
nos murmura cosas que no pueden expresar ninguno de los instrumentos
del mundo, a no ser en fragmentos, en sucesiones .de notas y cuerdas,
que interpreten en la tierra sometida a las leyes del tiempo y del
espacio las melodías del cielo, las cuales sólo los celestes oídos
pueden escuchar en toda su integridad.
Antes de que hacernos francmasones debemos sentir un débil rumor
que, filtrándose a través de los espesos muros de la cerrada Logia,
despierte esos tenues estremecimientos melódicos en nuestros
corazones. Esto es lo que aviva en nosotros ese secreto estímulo que
nos arrastra hacia la escuadra, en donde nuestro primer paso se da en
ignorancia, si bien teniendo la certeza interna de que la luz ha de
llegar con toda seguridad. En cuanto hemos dado nuestros primeros
pasos secretos descubrimos muchos elementos agradables en el Ritual
Masónico que nos producen extraño asombro y tanta satisfacción que
jamás nos arrepentimos de haber puesto proa hacia la aventura. Las
magníficas frases antiguas, la dignidad y armonía de los
movimientos, del color y de la eufonía, complacen a los sentidos y a
las almas de los hombres fatigados por la tensión y por la
distracción de las cosas mundanales. La amplia y sencilla filosofía
de la vida, la simple declaración de fraternidad, la ética de
fidelidad y amistad, la verdad sin dogma, la religión sin secta, la
reverencia sin sacrificio de la dignidad, el amor sin
sentimentalidad: todos estos son importantes elementos que
contribuyen a despertar la Masonería en el corazón del Masón. Y el
gozo de vivir en un ambiente de fraternidad. La oportunidad de
quitarse la armadura que por necesidad ha de vestirse el hombre en
los campos de lucha del mundo exterior a la Logia, el libre
intercambio de sentimientos fraternales, sin temor a malas
inteligencias y a repulsas, constituyen también valiosos elementos
de la llamada de la Masonería.
Algunos de los factores que unen al masón con la Orden por medio de
lazos que nada puede romper ni aflojar son los siguientes: un cambio
de máscara, un nuevo papel que aprender, un pretexto que es nuestro
secreto ideal, un conocimiento anticipado del futuro a que tenemos la
certeza de llegar algún día, un homenaje glorioso a una sublime
Deidad, una sumersión en la más grandiosa ensoñación que el mundo
ha conocido, un lazo secreto que nos une con todas las clases de
hombres que ha producido la tierra, y una tradición más antigua y
venerable que todas las habidas y por haber .
Pero ¿qué es la llamada en sí? Todas estas cosas no son sino
nombres y accesorios:
¿Cuál es la substancia de que todas ellas son sombra? ¿Qué cosa
hay en la selva virgen que llama a los seres salvajes? ¿Qué son
esas secretas y sagradas cosas que murmuran las montañas al oído
del hombre de las cumbres de forma tan silenciosa ya la par tan
sonora que apaga el estrépito de los demás cánticos de la tierra:
esas cosas que susurra el mar al marino; el desierto, al árabe; el
hielo, al
explorador de los polos; las estrellas, al astrónomo, la sana
filosofía al observador y los materiales del oficio al artesano?
En el hombre existe algo que es más que el hombre a lo cual llama la
Francmasonería.
Esta llamada recurre a lo más santo y grande que en él existe, a lo
que él sólo podrá conocer cuando se convierta en el Maestro de la
Logia de su propia naturaleza, cuando llegue a ser él mismo. Así
como el golpe de mallete que da el M… repercute en todo el T…
hallando eco en el occidente, el sur y el noroeste, y traspasando
hasta los mismos muros de la Logia para llegar al mundo externo, así
también la Francmasonería lanza una llamada en los más recónditos
santuarios del sacratísimo ser humano; una llamada que ha de ser
respondida, que no admite rechazo, que le ordena que se vuelva para
afrontar la luz. y así como todos los hermanos responden a la orden
del Maestro por el s. . . así responde el hombre a la llamada de la
Francmasonería, aunque no conozca en qué consiste ésta, y responde
con su vida. Él no puede hacer otra cosa que obedecer; abandonar la
empresa es morir; él debe responder y proseguir la eterna búsqueda
de la palabra perdida, que no es ninguna palabra, pero que está
oculta en el c… De manera que la llamada de la Francmasonería es
compleja y múltiple, al mismo tiempo que sencilla y única. En la
Francmasonería existen muchas cosas que han de calmar los anhelos de
los corazones humanos, y, sin embargo, la Francmasonería en sí, es
decir, en su espléndida perfección, es una cosa que no puede
colmarnos nunca, hasta que el hombre deje de ser hombre, para
convertirse en ser divino, lo cual ha de ocurrir seguramente en la
consumación de los tiempos. La Francmasonería es virtud y ciencia,
ética y filosofía, religión y fraternidad; pero ninguna de estas
cosas por sí solas son ella.
No hay multitud de células que pueda hacer un organismo vivo, ni
galaxia de estrellas que pueda formar un cosmos, ni rayos de luz que
puedan hacer un sol. Del mismo modo, ninguna agrupación de elementos
de belleza o de fraternidad puede hacer a la Francmasonería, ésta
crea todas estas cosas, da ser a muchos puntos de perfección; mas
continúa siendo un misterio que puede describirse perpetuamente,
pero jamás explicarse.
A esto se debe que la llamada de la Francmasonería sea lo que es, y
que nosotros la amemos, porque el hombre es también un ser que puede
describirse perpetuamente, pero jamás explicarse. De modo que en la
Francmasonería el hombre se busca a sí mismo, y, a lo largo de sus
misterios y ceremonias ” Júpiter hace señas a Júpiter” .
FUENTE:
http://www.logiahermes.org/la-llamada-de-la-masoneria/#more-570