Reseña:
Trabajo de 1991 que, en lo esencial, tiene vigencia y es fundamental
para comprender la evolución masónica progresista latinoamericana
según circunstancias cambiantes, superando la pretensión de
inmutabilidad de una creación europea del siglo XVIII. La masonería
latinoamericana nace con alta operatividad, busca la emancipación
política y la unidad latinoamericana, logra la primera y fracasa en
la segunda. Luego los masones se vuelven hacendados, ministros y
banqueros, y el poder, el lucro y el egoísmo se anteponen a
libertad, igualdad y fraternidad. Hasta que liberal y masón se
idenfifican, se instauran el Estado laico, tolerancia, libertades y
avances sociales, pero fracasa la unidad latinoamericana. Los
liberales dejan de ser radicales, reemplazan las logias por los
directorios de bancos y el machete guerrillero por la soga de boy
scouts. Y entre un liberalismo que ya no lo era y un izquierdismo
hegemónico, surgen propuestas de nuestros hermanos Haya de la Torre,
Mariátegui, Sandino, Lombardo Toledano, fundadas en la unidad
latinoamericana, las que son atacadas por las oligarquías e
instituciones políticas nacionales, Washington y Moscú. Pero la
masonería cobró conciencia de la insuficiencia del liberalismo por
descuidar la justicia social y del comunismo soviético por descuidar
la libertad; que los antiguos linderos no debían ser una barrera
sino un andarivel; y que problemas comunes requerían soluciones
comunes, es decir unidad latinoamericana. Vino la guerra fría, la
revolución cubana y el modelo masónico chileno de nuestro hermano
Allende, el que por la voracidad de los dos imperios y nuestra
imbecilidad no pudo garantizar socialismo ni empanadas. En 1979 surge
el segundo sandinismo en la Logia Sandino, el que al entregar el
poder muestra sus principios. Las posiciones masónicas se aclaran
más: inventar modelos autónomos de desarrollo a mantenerse
democráticamente y seguir luchando por la unidad latinoamericana. Y
ahora, los masones socialistas no necesitamos nos cuenten que cayó
el muro de Berlín porque ayudamos a tumbarlo desde el otro lado,
pero es necesario diseñar tareas para el siglo XXI: a partir de la
Libertad, Igualdad y Fraternidad, hay que armonizar justicia
socioeconómica con libertades políticas; derechos y obligaciones
individuales con los de la sociedad; desarrollo económico con
conservación ambiental; vigencia plena de los derechos humanos y de
los derechos económicos, sociales y culturales de los pueblos;
nuevas formas de democracia que preserven estado de derecho, gobierno
de mayorías, derechos de minorías y participación de la sociedad
civil; integración orgánica de minorías en la nación;
participación plena de la mujer en todo ámbito; y dar incluso la
vida por la unidad latinoamericana. Puede sonar utópico, pero
Utopía, Libertad, Igualdad, Fraternidad y Francmasonería o son
sinónimos o no significan nada.
Sin
remontarnos a las consideraciones esotéricas que nos permitirían
atribuir carácter “masónico” a varias manifestaciones
espirituales o animistas pre-hispánicas, es evidente que la
Francmasonería, al menos en su concepto especulativo, se presentó
en el Ecuador hacia el final del período colonial y como un
antecedente inmediato de los procesos emancipadores.
Aunque
tenemos datos claros de que existieron algunos iniciados (en centros
propiamente masónicos o, al menos, paramasónicos) desde fines del
siglo XVIII, entre ellos el Precursor Eugenio Espejo, y que hubo
varias personas enteradas de la existencia de la Orden, quizá como
resultado de la llegada de Humboldt o de los Académicos franceses,
es claro que la Francmasonería como tal, en el sentido de
organización de voluntades, no tuvo en el territorio del actual
Ecuador la misma presencia que alcanzó en Buenos Aires, Venezuela o
Bolivia, por ejemplo. Algunos nombres un tanto crípticos (“Escuela
de la Concordia”, “Sociedad de Amigos del País”) apuntan,
quizá, en otra dirección.
Sin
embargo, a comienzos del siglo XIX hay un incremento notorio de los
viajes a Europa de las élites intelectuales ecuatorianas, en calidad
de estudiantes, peticionarios ante la Corona, o aun diputados a
Cortes, y ellos trabaron conocimiento de primera mano con el
impetuoso desarrollo de la Masonería europea, y muy particularmente
con la creación específica de las Logias americanas, llamadas
“lautarinas”, por parte del Precursor, don Francisco de Miranda,
y luego trasladadas a la América del Sur por los hermanos San Martín
y O’Higgins.
Al
vincularse operativamente con el proceso de emancipación política,
el crecimiento de las Logias fue impetuoso, y los Hermanos pudieron
desarrollar las formas extremas de fraternidad que se producen
durante una guerra.
Sin
embargo, por cuanto las luchas independentistas representaron, a más
de un corte ideológico (liberales vs. godos), uno nacional
(americanos vs. peninsulares), no es legítimo presentar los
enfrentamientos emancipadores como una lucha entre Masones y
Profanos, como se hace con excesiva frecuencia.
Hubo
muchos Hermanos, inclusive algunos de altos grados capitulares, que
permanecieron en el campo Realista por razones de adhesión nacional
o política, y ésta es la causa para que hayan existido algunas
Tenidas y Talleres (regulares e irregulares) entre combatientes de
ejércitos enfrentados entre sí.
No
siendo ésta la oportunidad para referirnos detalladamente a esos
aspectos, nos limitaremos a señalar algunas de las consideraciones
conceptuales del período inicial de la Orden en América.
1.-
La Masonería latinoamericana nace como resultado de una influencia
exógena, fundamentalmente inglesa y francesa, pero con algunas
manifestaciones del liberalismo masónico español. De allí que los
primeros ataques que debe sufrir la Orden tienen pretextos nacionales
tanto como eclesiásticos.
2.-
Al nacer, la Masonería latinoamericana tiene un altísimo grado de
operatividad y un vínculo ideológico interno muy fuerte. De hecho,
incluso los Hermanos peninsulares, que se mantuvieron del lado
Realista durante las guerras, eran “liberales” en el terreno
conceptual.
3.-
Como resultado de una suma de factores (el carácter continental de
la guerra, el ejemplo de las Logias “lautarinas” y otros), la
Masonería de nuestro continente nació a la vida como un fenómeno
pan-latinoamericano, sin divisiones nacionales estrechas.
4.-
Aunque el movimiento independentista latinoamericano se inspira en
buena medida en los conceptos y estructuras plasmados en los Estados
Unidos como resultado de su revolución de independencia, la actitud
“neutral” (entre España y sus colonias latinoamericanas) que los
Estados Unidos proclamaron hasta 1821 (actitud que fue considerada
“traición” por algunos hermanos, pero que estaba dictada por una
comprensible cautela geopolítica), el movimiento emancipador
prácticamente no tuvo contactos con los Estados Unidos y, como
resultado de ello, La Francmasonería latinoamericana se desarrolló
casi completamente sin vínculos con la ya para entonces fuerte
Masonería norteamericana.
Las
guerras fueron largas entre nosotros. En algunos casos hubo más de
una generación de combatientes, y en casi todos los países tuvieron
lugar cambios profundos en la comandancia de los ejércitos y la
dirección de los Estados. El carácter masónico original se diluyó
por distintos factores, y por ello…
5.-
Pese a que los ejércitos emancipadores fueron conformados a
estímulos de un impulso masónico, su triunfo y la subsiguiente
forma de gobierno establecida, no fueron una realización pura de los
ideales masónicos que estuvieron al origen de las luchas.
Este
es un punto básico. Aunque los estímulos conceptuales fueron
masónicos, y pese a que muchos de los dirigentes eran hermanos, la
organización de los recién nacidos Estados que resultaron de la
lucha no fue una estructura donde imperaran los conceptos masónicos
básicos. La ruptura fundamental en la coherencia entre la palabra y
la acción se dio desde los primeros momentos de la vida
independiente.
En
otras palabras, la Orden, pese a tener a los hermanos en el poder,
sólo incidió en pocos puntos y fundamentalmente en el secreto de
sus reuniones.
Es
indudable que los sueños libertarios, la pasión desplegada, la
voluntad transformadora, el afán igualitario y la fraternidad
combatiente son aspectos profundos del ideal masónico; pero las
agitaciones políticas, lo prolongado de las luchas y las enormes
diferencias regionales, hicieron que la plasmación concreta de
aquellos ideales distara mucho de ser perfecta o pura.
De
allí que, a diferencia de lo que va a ocurrir en Estados Unidos, la
independencia política no produce un régimen de democracia, sino
una sucesión de dictaduras.
En
Estados Unidos la colocación de la primera piedra del Capitolio
parlamentario se realizó como un acto de “Levantamiento de
Columnas”, y los ideales de Igualdad, Libertad y Fraternidad
adquirieron vigencia plena, al menos formal, con la separación de la
Iglesia y el Estado y con la división entre funciones del Estado,
pese a fenómenos aberrantes, como la subsistencia, por casi un siglo
más, de la esclavitud de los negros.
Entre
nosotros, con muy raras excepciones, los grandes iniciadores de los
procesos (Bolívar, San Martín, O’Higgins, Artigas y otros) se
retiran o son retirados de sus cargos, y toman el poder elementos
subalternos, muchas veces poco capacitados intelectualmente,
ascendidos exclusivamente por méritos guerreros, y muchos de ellos,
aunque iniciados en la Orden, sin hallarse compenetrados a
profundidad de los ideales masónicos.
Hay
que hacer el distingo claro del general Francisco de Paula Santander,
quien era maestro masón de alto rango, y quien se hizo fuerte,
precisamente, en las Logias de su tiempo, para organizar la lucha
contra el Libertador, que culminaría con la llamada “Noche
Septembrina” de 1828. Es en este contexto histórico como hay que
entender las expresiones “anti-masónicas” de Bolívar, tal como
él las manifestó a Peru de Lacroix.
Sumando
a esta poca preparación masónica las luchas intestinas que, bajo
forma de guerras civiles, sacuden a todo el continente
latinoamericano, tendremos el panorama general de virtual disolución
de la Orden luego de conseguida la emancipación de España.
Esta
aparente contradicción y paradoja de que la Orden no pudo rescatar
como organización lo que había conquistado como lucha es un
fenómeno que se va a repetir a lo largo de la historia.
Al
querido hermano Vicente Rocafuerte la vida le permitió mantenerse al
margen de muchas de las primeras disputas intestinas (por sus
misiones diplomáticas en Europa y su presencia en México, donde el
proceso revistió características diferentes), y nos dejó en varios
artículos de prensa el testimonio dramático de las divisiones de
América, que llegaron a presentarse como escisiones entre los ritos
escocés y de York.
En
el aspecto cronológico, podríamos decir -siempre generalizando los
procesos- que la Orden vive en Latinoamérica momentos que pueden
globalizarse como
a.-
Una primera fase de conformación de Logias (que se presenta entre
1785 y 1815, aunque las fechas varíen para distintos países);
b.-
Un período que armoniza perfectamente las acciones políticas con
los ideales programáticos (1815-1826, con diferencias por países);
c.-
Una fase de consolidación oligárquica (1826-1830), que desemboca en
d.-
El período de institucionalización de las dictaduras.
Unos
pocos elementos, tozudos o longevos, como el querido hermano José
Joaquín de Olmedo, mantienen en alto los principios ideológicos de
la Orden, y son patéticos sus esfuerzos por preservarlos, incluso
tan tarde como en 1845.
Pero
ya era demasiado tarde. Cuando Olmedo es derrotado por cuarta vez (y
en la votación número 22) en su intento por alcanzar la Presidencia
de la República, Vicente Rocafuerte pone el epitafio al período
independentista: “se ha preferido la vara del mercader a la pluma
del sabio”, dijo entonces.
De
todos modos, imperfecto y todo; impuro y todo, el primer período
masónico ecuatoriano y latinoamericano busca dos grandes conceptos,
claramente operativos:
1.-
La emancipación política, y
2.-
La unidad latinoamericana.
Logra
el primer objetivo. Fracasa en el segundo.
§§§
§§§ §§§
El
período siguiente, al que podemos llamar La Vara del Mercader, corre
globalmente entre aquel año de 1846 y noviembre de 1884, aunque sea
necesario subdividirlo en algunas etapas.
Visto
desde la óptica de la Masonería, es un momento signado por un
retroceso general de la Orden, que cae en un profundo desprestigio.
Los
antiguos masones heroicos y combatientes de las guerras se han vuelto
propietarios, hacendados, ministros, banqueros o armadores. La sed de
poder acalla la Libertad. El afán de lucro es mayor que la Igualdad.
El egoísmo se antepone a la Fraternidad.
Aunque
algunos hermanos, como Urvina o Elizalde, conservan en alto el ideal
masónico, la tónica general es la rendición ante la autocracia
despótica de García Moreno y la intolerancia de las jerarquías
eclesiásticas.
Sin
embargo, lentamente, mientras va renaciendo la conciencia de lucha,
vuelve una organización masónica a surgir en el horizonte, y pronto
llenará al país de esperanzas y sueños renovados.
El
liberalismo, que había sido apenas una palabra que significaba “ser
progresista” en el sentido más amplio, se torna un programa de
gobierno, y descubre una forma específica de organización en las
Logias Masónicas que vuelven a proliferar en el país, y por todo el
continente, diseñando algunas de las nuevas tareas de la Masonería
de fines del siglo XIX.
Sin
embargo, hay un peligro que a la época sólo se ve como algo
transitorio: la identidad Liberal=Masón tiene también un contenido
regional, pues la Costa es hegemónicamente liberal (aunque no
integralmente, por supuesto, y cabe recordar que el propio García
Moreno había nacido en Guayaquil) mientras la Sierra es
preeminentemente curuchupa (aunque tampoco integralmente, pues
Montalvo, Peralta o Moncayo eran serranos). A la época esto no
parece excesivamente grave. Los enfrentamientos ideológicos son tan
violentos, que cualquier otra consideración (incluida la regional)
pasa a segundo plano.
La
lucha es abierta y franca. Tiene extensión continental, y a nadie
llama la atención que los curuchupas ecuatorianos hagan pactos
secretos con los godos chilenos para organizar un bochornoso traspaso
de bandera, o que los liberales ecuatorianos combatan en Nicaragua,
respalden a los liberales de Colombia, compren un barco en Panamá,
negocien en Venezuela el restablecimiento de la Gran Colombia, apoyen
a los insurgentes cubanos o convoquen un congreso de unidad en
México.
Es,
otra vez, el reencuentro de los hermanos masones con sus sueños. El
gran ideal de fraternidad supranacional que se impone. La ebriedad de
la esperanza…
Los
gobiernos liberales del período comprendido entre 1895 y 1912, y muy
particularmente los presididos por el general Eloy Alfaro, son
gobiernos de realización de los ideales masónicos.
Estos
son claros y explícitos:
1.-
La instauración de un Estado laico
2.-
El imperio de la tolerancia y las libertades públicas
3.-
Algunos avances sociales para los sectores más golpeados, y
4.-
La unidad latinoamericana.
Los
tres primeros se cumplen. El cuarto fracasa, pese a los esfuerzos
denodados de los hermanos quienes tratan de llevar a la práctica
los ideales de Bolívar, y a pesar de conseguir éxitos parciales,
como la reunificación temporal de Centroamérica.
En
lo interno ecuatoriano, las consideraciones regionales crean unas
diferencias que no se superan. Y cada vez se vuelven más graves.
La
Orden de la Francmasonería triunfante crea organismos para-masónicos
que le permiten un alto grado de operatividad. Un sistema de atención
a los más desvalidos, que crea mecanismos para autofinanciarse. Un
sistema escolar que, a más de laico, se extiende a las artes y
oficios. Un sistema comunal de protección civil…
Pero
todos estos mecanismos son regionales. La Junta de Beneficencia es de
Guayaquil. La Sociedad Filantrópica es del Guayas. El Benemérito
Cuerpo de Bomberos es también de Guayaquil.
En
aquel momento no son instituciones del “patriciado” burgués
guayaquileño. Son instituciones del pueblo. Igual que los sindicatos
y gremios, que comienzan a organizarse en torno a hermanos masones
como Agustín Freire, Alejo Capelo o Miguel Alburquerque.
Pero
la suerte está echada. Los liberales dejan de ser radicales. Aunque
también son hermanos.
Leonidas
Plaza es tan masón como Montero. Emilio Estrada es iniciado como
Flavio Alfaro.
De
modo simbólico, el proceso se completa en 1912. Ese año, al poco
tiempo de que Alfaro fuera arrastrado en las calles de Quito, las
escuelas de la Sociedad Filantrópica del Guayas, que solían
organizar paradas y ejercicios militares, dejan los rifles y forman
la sociedad de los Boy Scouts para reemplazar a las guerrillas.
Parecía
una repetición de aquello de la vara del mercader, sólo que ahora
el amarre de una soga reemplazaba al machete de una guerrilla.
§§§
§§§ §§§
Y
así fue. Los tremendos liberalotes se volvieron preocupados padres
de familia. Los montoneros de otrora se daban golpes de pecho desde
el Jueves Santo hasta el Sábado de Gloria. Y los diabólicos masones
reemplazaron las Logias por los Directorios de los bancos.
Nuevamente,
la Masonería ecuatoriana entraba en un receso creativo que ya ni
siquiera se propondría luchar contra el fuego o atender a los
enfermos, sino que pasó a fundar el Club de la Unión y a construir
un fastuoso templo, que luego hubo que vender a un diario.
Pero
el espíritu de antaño no murió. Y aquello debe ser una gran
lección para todos nosotros. Cuando los masones dejamos el espíritu
rebelde y combativo de las Logias, fueron unos militares jóvenes
quienes tomaron el nombre, los sistemas, incluso algunos símbolos, y
produjeron la transformación del 9 de julio de 1925.
Era
lógico. Lo mismo estaba ocurriendo en toda América. Cuando el viejo
partido liberal dejó de ser agente de cambio y se convirtió en
sujeto de la preservación, los espíritus más alertas comprendieron
que aquello se parecía como una gota de agua a otra al viejo modelo
conservador que se les había enseñado a combatir.
Volvieron
la vista a la izquierda y… Y no encontraron nada. A la izquierda de
los liberales sólo existían los comunistas, y aunque el viejo Marx
se había iniciado masón alguna vez, sus herederos pasaron a
oponerse a las Logias que penetraban los sindicatos obreros y que, si
bien traían aquellos buenos conceptos de Igualdad y Fraternidad,
querían que fuesen acompañados también de una Libertad que los
jerarcas no estaban dispuestos a conceder.
La
Masonería se encontró entre dos agujeros. Por un lado, unos
liberales que habían dejado de serlo; y por otro unos izquierdistas
que no aceptaban ninguna interferencia en su pretendido dominio del
alma de los pobres.
Había
que inventar algo. Y así se hizo.
En
Perú, dos de las mentes más lúcidas de América: Víctor Raúl
Haya de la Torre y Juan Carlos Mariátegui trataron, cada uno por su
lado, de generar una doctrina latinoamericana que fuese capaz de
armonizar los vientos que recorren el mundo con las raíces que se
enclavan en la tierra.
Haya
de la Torre fue aun más lejos. Entendiendo, como buen maestro masón
las relaciones dinámicas y armónicas que deben existir entre el
macro y el microcosmos, desarrolló un concepto unitario que parecía
una traslación de la física moderna a la comprensión de la
sociedad. Lo llamó EspacioTiempo para definir el entorno global de
un hombre. En esto no coincidía con Mariátegui.
Pero
los dos sabían perfectamente que no existiría posibilidad alguna de
liberación parcial si no había una unidad latinoamericana, de modo
que el Partido del hermano Haya de la Torre no se llamó “peruano”,
sino APRA, que es Acción Popular Revolucionaria Americana.
Lo
atacaron: la oligarquía de su país; las instituciones políticas de
su país; Washington, que no quería una América Latina fortalecida
en su unión y paradójicamente… Moscú, que prefería una América
Latina debilitada por su separación.
Casi
simultáneamente, en Centroamérica estaba surgiendo otra tendencia
de la misma búsqueda de un socialismo que fuese libertario y
masónico. Apareció allí sin la profundidad filosófica de Haya de
la Torre o el apego a la tierra de Mariátegui; pero estaba llena, en
cambio, de vigor viril y decidida a dar la vida por los principios
que sustentaba. El General de Hombres Libres, Augusto César Sandino,
tan masón que utilizaba como insignias algunos símbolos nuestros y
que trataba a sus compañeros de hermanos, no sólo organizó la
resistencia de su pueblo al invasor y al tirano, sino que rescató
como cumbre de su pensamiento ideológico el proyecto que llamó
“Plan de Realización del Supremo Sueño de Bolívar”, que no era
otro que el afán por unir a la América Latina.
Lo
atacaron: la oligarquía de su país; las instituciones políticas de
su país; Washington, que prefería una América Latina debilitada en
su separación… y Moscú, que no quería una América Latina
fortalecida en su unión.
Bien
poco después, como parte del mismo esfuerzo de creación, surgió en
México la Confederación de Trabajadores de América Latina (la
CTAL), obra del hermano Vicente Lombardo Toledano, quien había
comprendido que si los explotadores del continente eran uno solo en
el fondo, los trabajadores del continente tendrían que actuar como
un solo contingente sindical.
Lo
atacaron… Los mismos de siempre, por las mismas razones de siempre.
Pero
la Masonería había cobrado conciencia de sus nuevas tareas:
1.-
Que el movimiento liberal no bastaba para llevar a la práctica los
ideales, porque no había prestado suficiente atención a los
aspectos de las justicia social y económica; pero
2.-
Que tampoco el comunismo, en su acepción soviética, bastaba para
llevar a la práctica los ideales, porque no había prestado
suficiente atención a los valores espirituales del individuo y a su
irrenunciable sed de Libertad
3.-
Que en el orden interno de la Masonería, no podíamos entender “Los
Antiguos Linderos” como una barrera colocada perpendicular al
camino para decir “no va más”, “non plus ultra”, “éste es
el fin”, sino que aquellos linderos estaban a los lados, como un
andarivel, para delimitar los bordes paralelos de un camino que no
tiene fin y que no debe desviarse; y
4.-
Como siempre, una vez más, la clara convicción, reforzada por los
fracasos, de que, si los problemas son comunes, las soluciones deben
serlo también; es decir: la unidad de América Latina.
El
proceso, siendo común para todo el continente, se presenta con
claros matices en diversos lugares, y notoriamente en Chile, donde no
rige el absurdo concepto stalinista de que “no es posible ser
comunista y Masón”.
En
Chile hay comunistas y socialistas masones, pero existe sobretodo un
partido de estirpe liberal, muy fuertemente vinculado con la Orden,
que evoluciona lenta pero continuamente hacia posturas
socialdemócratas: es el Partido Radical.
§§§
§§§ §§§
La
segunda postguerra se convirtió muy rápidamente en “Guerra Fría”,
y las polarizaciones se volvieron aun más extremas, mientras el
maniqueísmo (Dios-Diablo, Bueno-Malo) coloca los términos del
debate fuera del campo ideológico y dentro de la esfera de lo
puramente mitológico.
Habrá
que esperar a 1959, y al proyecto inicial de la Revolución Cubana,
para que la creatividad de pensamiento social rebase los penosos
límites del diagnóstico y se vuelva una vez más operativa.
El
primer modelo de desarrollo no-capitalista de la Cuba revolucionaria
es sumamente original, y su adhesión posterior al esquematismo
moscovita es fruto de la operación “de pinzas” que produce la
voracidad geopolítica soviética, la voracidad económica
norteamericana y la estupidez generalizada de América Latina:
maldición tripartita que estuvo a la base de todas nuestras
desdichas.
También
de la imposibilidad de independencia para Cuba. Ahora ha vivido con
los dos monstruos y les conoce las entrañas.
Cuando
el Che, modelo arquetípico del hombre nuevo, escapa del modelo
cubano, anquilosado a la fuerza y, para huir de las limitaciones del
un monstruo cae en las garras del otro, el período de creatividad
parece terminar.
Pero
no es así. Felizmente nunca es así. La creatividad no termina
nunca. La Unidad Popular chilena, que quiere un “socialismo con
empanadas”, hace renacer la esperanza. Es, además, un modelo
explícitamente masónico, por la conducción del hermano Salvador
Allende.
Quizá
es excesivamente tarde. O demasiado pronto. Como quiera que se lo
vea, otra vez el tridente maldito de la voracidad de los dos imperios
y nuestra imbecilidad dan al traste con un régimen que al final no
pudo garantizar ni socialismo ni empanadas.
Un
nuevo vaivén en esta montaña rusa que comienza a producir náuseas
con sus altibajos.
Y
de pronto, casi literalmente hay un renacimiento. En julio de 1979,
el Segundo Sandinismo, que nació en la Logia Augusto César Sandino,
recupera los sueños de su patrono, que había recuperado los sueños
de Bolívar. También estos nuevos sandinistas se llaman hermanos;
también usan la simbología; también…
En
fin, son nosotros.
Un
poco después, en una reunión continental a la que asistimos varios
hermanosde la Gran Logia Equinoccial del Ecuador, incluso el
Venerable Maestro de la Flavio Alfaro, el hermano y comandante
nicaragüense Bayardo Arce definió las fuentes ideológicas de este
segundo sandinismo como una fusión creativa de tres vertientes: el
marxismo, el nacionalismo latinoamericano y el cristianismo.
El
hermano y comandante elabora cada una de las tres. Es un marxismo
reformado, es un nacionalismo pluricultural y es un cristianismo
liberador.
Pero
no importan los adjetivos. La sola inclusión del cristianismo en un
nuevo concepto socialista es la incorporación de la vertiente ética
de la doctrina, de su contenido espiritual, de aquella parte
entrañable e irrenunciable de la condición humana, que sólo el
anarquismo había sumado a los conceptos económico-sociales.
Curiosamente,
es al fracasar cuando ejercen de mejor modo estos nuevos conceptos.
Cuando pierden las elecciones y entregan pacíficamente el poder que
conquistaron con sangre es cuando los nuevos sandinistas demuestran
su estirpe democrática y su esencia cristiana.
Ahora
las posiciones de la nueva Masonería latinoamericana se aclaran aun
más…
1.-
Inventar unos modelos autónomos de desarrollo, que sean capaces de
conjugar todos estos valores;
2.-
Ser capaces de elevarse hasta la comprensión de que sólo se podrán
tener si se pueden mantener democráticamente; y, por supuesto,
3.-
La lucha por la unidad de América Latina.
§§§
§§§ §§§
Ahora
estamos aquí. Los masones socialistas no necesitamos que nos cuenten
que han derribado el muro de Berlín. Y no queremos que nadie venga
ante nosotros a quejarse de que le cayó encima.
Nosotros
ayudamos a tumbarlo, pero desde el otro lado.
Y
ahora nos toca ser fieles a la herencia intelectual, de coraje y de
coraje intelectual que hemos recibido de nuestros hermanos masones.
Tenemos
que diseñar nuestras tareas para este último pedacito del siglo XX
y para todo el siglo venidero.
No
se trata que reneguemos de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.
Ni siquiera se trata de que ya no nos basten y querramos nuevas
palabras para sumarlas a ellas y convertir una divisa en un libro.
Es
más sencillo que eso. La Libertad, la Igualdad y la Fraternidad,
como deidades hindúes, sin perder su esencia adquieren avatares
diferentes en distintas épocas. Ahora es la época nuestra, y
necesitamos una Masonería ecuatoriana que sea capaz de ampliar sus
tareas operativas e involucrar nuevos desafíos.
Creemos
que entre esos desafíos están los siguientes:
1.-
Buscar una armonización de la justicia social y económica, sin que
ella signifique el sacrificio de las libertades políticas;
2.-
Buscar una armonización de nuevo tipo entre la sociedad y el
individuo, sus respectivos derechos y obligaciones mutuos;
3.-
Buscar una armonía entre el desarrollo económico y la conservación
del medio ambiente;
4.-
Luchar sin concesiones por la vigencia plena de los derechos humanos
de los individuos y de los derechos económicos, sociales y
culturales de los pueblos;
5.-
Buscar la realización de nuevas formas de democracia, que preserven,
dentro de un estado de derecho, el gobierno de las mayorías, los
derechos de las minorías y la participación continua de la sociedad
civil en el gobierno del Estado;
6.-
Promover, facultar, exigir e imponer la integración orgánica de
todas las minorías nacionales en la vertiente principal de la nación
ecuatoriana;
7.-
Estimar siempre que la democracia, el progreso y el desarrollo son
inconcebibles sin una participación plena e igualitaria de la mujer
en todas las esferas de la vida y, por supuesto…
8.-
Como siempre, estar dispuestos a dar incluso la vida por lograr la
unidad de la América Latina.
¿Que
todo esto suena líricamente utópico? Soy consciente de ello, pero
creo firmemente que, como todos los grandes ideales humanos, la
Utopía, la Libertad, la Igualdad, la Fraternidad y la Francmasonería
o son sinónimos o no significan nada.
Nota:
Este trabajo fue escrito hacia 1991 y fue leído en distintas logias
en años posteriores, casi sin modificaciones. Sin embargo, nuestro
hermano Pedro aclaró en varias ocasiones que a la época en que lo
escribió no incluyó datos que en ese entonces ignoraba,
especialmente sobre el enorme papel que desempeñó el hermano José
María de Antepara y Arenaza, junto al hermano precursor Francisco de
Miranda, tanto en el proceso de promoción de las ideas
emancipadoras, cuanto en la creación de las Logias Lautarinas. Este
y otros puntos podían requerir una actualización del trabajo, pero
no lo hizo porque en su esencia ha mantenido plena vigencia.
Fuente:
https://academiafrancmasonicaecuatoriana.wordpress.com/2013/06/21/papel-de-la-francmasoneria-en-la-historia-del-ecuador-y-america-latina/#more-403