A veces se suele establecer una especie de
correspondencia entre masonismo y volterianismo. Pero lo que de
ordinario no se indica es que Voltaire fue iniciado en la masonería
a la edad de ochenta y cuatro años, exactamente siete semanas antes
de su muerte.
Fue el martes 7 de abril de 1778 cuando Voltaire abandonó el mundo
profano para entrar en la sociedad de los misterios. Concretamente en
el templo de Les Neuf Soeurs que se encontraba en la sede del Gran
Oriente. El busto de Luis XVI, el del Gran Maestre, el del rey de
Prusia Federico II, el de Helvetius, presunto fundador de la logia,
acogieron a Voltaire. Todos los grandes hombres de la Masonería
francesa estaban presentes, y Benjamín Franklin entre ellos.
El abate Cordier de Saint-Firmin fue el encargado de presentar a
Voltaire. La logia, a petición del sacerdote padrino del profano,
decidió que en razón de su edad y débil salud dispensaba a
Voltaire de las pruebas más penosas. Así, pues, no se le vendaron
los ojos, por ejemplo. Pero, en sustitución, una cortina negra le
impidió ver el Oriente hasta el instante en que la iniciación fuera
un hecho consumado. Una comisión de nueve miembros designados por el
Venerable tuvo por oficio el recibir y preparar al candidato. Este,
apoyado en los Hermanos Franklin y Court de Gébelin, entró en el
templo. Después de haber respondido de forma notable a cuestiones de
moral y filosofía, que le planteó el Venerable, experimentó una
gran impresión cuando, desapareciendo el velo negro, pudo ver el
Oriente en todo su esplendor y la corona de personajes célebres que
se encontraban allí reunidos. Lalande le hizo prestar entonces la
obligación; le recibió como aprendiz, siguiendo la costumbre, y le
comunicó los signos, palabras y señales de reconocimiento. Una
corona de laurel vino a ceñir su cabeza, que el nuevo hermano no
quiso guardar, y cuando Lalande se le acercó para colocarle el
delantal que había pertenecido a Helvetius, el nuevo hermano lo
llevó a sus labios, rindiendo así homenaje a su memoria.
Después de haber sido colocado Voltaire en el Oriente por el
Venerable -lo cual era algo excepcional- Lalande le dirigió un
discurso en el que entre otras muchas frases retóricas, tras aludir
a su amistad con Federico II de Prusia, señaló claramente cómo no
había sido masón antes, de una forma explícita, si bien lo había
sido en espíritu. Estas fueron sus palabras:
«Muy querido hermano, la época más gloriosa para esta logia estará
en adelante señalada por el día de vuestra adopción. Hacía falta
un Apolo en la logia de Las Nueve Hermanas; ella lo encuentra en un
amigo de la humanidad, que reúne todos los títulos de gloria que
podía desear para ornato de la Masonería. Un rey del que sois amigo
desde hace tiempo, y se ha hecho conocer como el más ilustre
protector de nuestra orden, debería haberos inspirado el gusto de
entrar en ella; pero era a vuestra patria a quien reservabais la
satisfacción de iniciaros en nuestros misterios. Tras haber oído
los aplausos y sobresaltos de la nación, tras haber visto su
entusiasmo y embriaguez, venís a recibir en el templo de la amistad,
de la virtud y de las letras, una corona menos brillante, pero
igualmente lisonjera tanto para el corazón corno para el espíritu.
La emulación que vuestra presencia debe difundir aquí, al dar un
nuevo resplandor y una nueva actividad a nuestra logia, repercutirá
en provecho de los pobres que ella alivia, de los estudios que
patrocina y de todo el bien que no cesa de hacer. ¿Qué ciudadano ha
servido mejor a la patria que vos, al ilustrarla sobre sus deberes, y
sobre sus verdaderos intereses, al hacer odioso el fanatismo, y la
superstición ridícula; al devolver el gusto a sus verdaderas
reglas; la historia a su verdadero fin; las leyes a su primigenia
integridad? Nosotros prometemos acudir en socorro de nuestros
hermanos, y vos habéis sido el creador de un pueblo entero que os
adora, y que sólo se conoce por vuestros actos de beneficencia; vos
habéis elevado un templo al Eterno; pero lo que todavía vale más,
se ha visto cerca de ese templo: un asilo para hombres proscritos,
pero útiles, que un celo ciego habría quizá rechazado. Así, muy
querido hermano, vos erais francmasón antes incluso de recibir el
carácter, y habéis cumplido los deberes antes de haber contraído
la obligación en nuestras manos. La escuadra que llevamos como
símbolo de la rectitud de nuestras acciones; el delantal que
representa la vida laboriosa y la actividad útil; los guantes
blancos, que expresan el candor, la inocencia y ]a pureza de nuestras
acciones; la paleta que sirve para ocultar los defectos de nuestros
hermanos, todo hace alusión a la beneficencia y al amor de la
humanidad y, en consecuencia, no expresa sino las cualidades que os
distinguen; sólo podíamos añadir a ella, al recibiros entre
nosotros, el tributo de nuestra admiración y de nuestro
reconocimiento».
Voltaire agradeció la bienvenida del Venerable. A continuación,
varios hermanos leyeron poesías y otros textos apropiados; y
mientras tenían lugar estas lecturas, el hermano Monnet, pintor del
rey, dibujó el retrato de Voltaire. Siguió el banquete, y poco
después se retiró acompañado de gran cantidad de hermanos.
El sábado 11 de abril de 1778, fue a su vez el Gran Maestre, el
duque de Chartres, el que recibió a Voltaire. Poco después, en la
noche del 30 al 31 de mayo, fallecía Voltaire. No obstante, a título
póstumo, Les Neuf Soeursconsagraron a Voltaire su sesión del 28 de
noviembre de 1778, en el transcurso de la cual debían haberse
recibido masones a Diderot, d’Alembert y Condorcet.
Extractado de: José Antonio Ferrer Benimeli, “Voltaire y la
Masonería”, en Cuadernos de Investigación: Geografía e Historia,
1,1 (1975), pp. 65-90.
Su biografía en:
Fuente:
http://www.logiahermes.org/la-iniciacion-masonica-de-voltaire/#more-209