Resumen:
Sucre nació en Venezuela, en 1795. Estudió ingeniería militar, a
los pensadores liberales europeos y los hechos de la Revolución
Francesa. Con su familia se sumó desde niño a la lucha por la
idependencia y a los 17 años fue nombrado Comandante de Artillería.
Fue parte del Estado Mayor de Miranda, migró a las Antillas, volvió
a Venezuela y peleó en múltiples batallas, mientras morìan a manos
realistas tres hermanos y muchos familiares cercanos. Fue ascendido a
General de Brigada en 1819 y Bolívar lo nombró Jefe del Estado
Mayor y Ministro de Guerra. Negoció con los españoles el Tratado de
Regularización de la Guerra de 1820 en el que se manifestaron sus
ideas humanistas masónicas. Además fue un genio guerrero aunque
alternó triunfos y derrotas. Fue ascendido a General de división
tras su triunfo en Pichincha y luego de Junìn y Ayacucho el Congreso
peruano lo designó “Gran Mariscal de Ayacucho”. Bolìvar tuvo
para él elogiosas expresiones. Como vencedor victorioso fue noble,
magnánimo, generoso y humanitario, reflejo de su espìritu masònico.
Como Intendente de Quito fundó “El Monitor”, primer periódico
republicano y la logia “Luz del Pichincha”. En Bolivia fue electo
su primer Presidente, nacionalizó los bienes de la Iglesia, se
interesó en dar libertad a los esclavos, repartir tierras a los
indios, promover la educación y la cultura, y atender a los
huérfanos. Creó la logia “Hiram” de La Paz y redactó
personalmente sus estatutos. Consta como anexo un ideario suyo, en
forma de frases tomadas de cartas y otros escritos.
Antonio
José de Sucre nació en Cumaná, Venezuela, el 3 de febrero de 1795.
hijo de don Vicente de Sucre y doña Manuela de Alcalá. Huérfano de
madre a los 7 años, su padre, que era militar, le orientó a
continuar la carrera de las armas. Fue así que recibió instrucción
y estudió ingeniería militar en la Universidad de Caracas. Pero
también era un apasionado lector de los pensadores liberales
europeos y de los hechos de la Revolución Francesa.
Siendo
todavía un niño se incorporó a la lucha por la independencia,
junto con toda su familia. Por su bravura y dotes militares, a los 17
años fue nombrado Comandante de Artillería y poco después formó
parte del Estado Mayor de Francisco de Miranda, migrando a las
Antillas tras la capitulación de éste. Pero en 1813 volvió a
Venezuela en la expedición del general Mariño, peleó en múltiples
batallas, al frente del Batallón Zapadores, mientras morían a manos
de los realistas sus hermanos Pedro, Vicente y Magdalena y otros 14
parientes cercanos suyos.
En
1815 peleó con el Cuerpo de Ingenieros en la defensa de Cartagena de
Indias y luego de la derrota emigró a Haití. Trató de volver a su
país y naufragó, siendo salvado por unos pescadores, luego de lo
cual regresó a Venezuela e hizo las duras campañas de 1816 y 1817,
siendo ascendido a General de Brigada en 1819. Poco después, Bolívar
lo nombró Jefe del Estado Mayor y Ministro de Guerra y le encargó
negociar con los españoles el Tratado de Regularización de la
Guerra (1820).
Si
hasta entonces había brillado por su talento militar, desde entonces
empezó a brillar por su otra gran cualidad: su magnanimidad. Y es
que este joven y brillante general era también un destacado masón,
formado en la escuela moral de la tolerancia, la benignidad y la
generosidad humana. Fue así que incluyó en ese Tratado, escrito de
su propia mano, frases y conceptos como éstos:
“Deseando
los Gobiernos de España y de Colombia manifestar al mundo el horror
con que ven la guerra de exterminio que ha devastado hasta ahora
estos territorios, convirtiéndolos en un teatro de sangre;…
conforme a los principios más liberales y filantrópicos, … han
convenido y convienen en los siguientes artículos:
Artículo
2º Todo militar o dependiente de un ejército … se conservará y
guardará como prisionero y respetado conforme a su grado, hasta
lograr su canje.
Artículo
4º Los militares o dependientes de un ejército, que se aprehendan
heridos o enfermos en los hospitales o fuera de ellos no serán
prisioneros de guerra, y tendrán libertad para restituirse a las
banderas a que pertenezcan luego que se hayan restablecido.
Interesándose
tan vivamente la humanidad en favor de estos desgraciados que se han
sacrificado a su patria y a su gobierno, deberán ser tratados con
doble consideración y respeto que los prisioneros de guerra y se les
prestará por lo menos la misma asistencia, cuidados y alivios que a
los heridos y enfermos del ejército que los tenga en su poder.
Artículo
7º Originándose esta guerra de la diferencia de opiniones;… y
deseando economizar la sangre, cuanto sea posible, se establece que
los militares o empleados que … hayan desertado de sus banderas y
se aprehendan alistados bajo las banderas del otro, no pueden ser
castigados con pena capital. Lo mismo se entenderá con respecto a
los conspiradores y desafectos de una y otra parte.
Artículo
11º Los habitantes de los pueblos que alternativamente se ocuparen
por las armas de ambos gobiernos, serán altamente respetados,
gozarán de una extensa y absoluta libertad y seguridad, sean cuales
fueren o hayan sido sus opiniones, destinos, servicios y conducta,
con respecto a las partes beligerantes.”
Bolívar
dirá que este instrumento regularizador representa “el más bello
monumento a la piedad aplicada a la guerra”.
Sucre
era un genio de la guerra. En Popayán, en 1821, mediante maniobras
hábiles salvó al ejército colombiano de una derrota segura. En el
actual Ecuador, alternó triunfos y derrotas en sus intentos de subir
de la Costa hacia la Sierra, pero luego cambió de táctica, avanzó
por la Sierra Sur, usó la caballería argentina de Lavalle para
derrotar a la caballería española en Riobamba, y luego alcanzó el
espléndido triunfo de Pichincha, que le valió ser ascendido a
General de División. En el Perú, organizó el ejército libertador
desde sus cimientos, entrenando tropas, fabricando armas y uniformes,
organizando hospitales y transportes, luego de lo cual fue a buscar a
los españoles en la Sierra andina, donde primero arrasó con su
caballería en las pampas de Junín y finalmente los derrotó en
Ayacucho, con un ejército patriota que equivalía a poco más de la
mitad del realista. En acto de justicia, el Congreso del Perú lo
designó “Gran Mariscal de Ayacucho”.
Admirado
de su genio y de sus virtudes, Bolívar dijo de él:
”Sucre
es caballero en todo, es la cabeza mejor organizada de Colombia, es
metódico y capaz de las más altas concepciones. Es el mejor
General de la República y el primer hombre de Estado. Sus ideas son
excelentes y fijas, su moralidad ejemplar, grande y fuerte su alma.
“Sabe
persuadir y conducir a los hombres. …. A todo esto añadiré, que
el gran Mariscal de Ayacucho es valiente entre los valientes, leal
entre los leales, amigo de las leyes y no del despotismo, partidario
del orden, enemigo de la anarquía, y finalmente, un verdadero
estandarte del espíritu libre.”
Pero
este guerrero victorioso fue también el más noble y magnánimo de
los triunfadores. Pese a que los realistas habían exterminado a casi
toda su familia, fueron notables su generosidad y humanidad con los
vencidos.
Tras
el triunfo de Pichincha, dispuso que los oficiales realistas
“conservarán sus armas, equipos y caballos y que aquellos que
deseen pasar a España serán conducidos por cuenta del Gobierno de
Colombia hasta La Habana”. Tras la victoria de Ayacucho, se
comprometió a respetar las vidas y propiedades de los realistas y a
transportar a costa de la República a cuantos españoles quisieran
regresar a su Patria.
En
todos esos actos relucía su espíritu masónico, expresado en forma
de piedad y fraternidad humana, y de búsqueda de progreso para los
pueblos.
Mientras
fue Intendente de Quito, fundó el primer periódico republicano de
esta ciudad, “El Monitor”, instaló en ella la “Sociedad
Económica” y fundó la logia masónica “Luz del Pichincha”.
Luego, fundó en Cuenca una Corte de Justicia y promovió la
educación pública en el Azuay, elevando de 7 a 20 el número de
escuelas.
También
fue significativa su obra en la naciente República de Bolivia, de la
que fue electo primer Presidente. Allí organizó la hacienda pública
y de la administración del país, nacionalizó los bienes de la
Iglesia, se interesó en dar libertad a los esclavos, repartir
tierras a los indios, y especialmente en promover la educación y la
cultura. En 1826 decretó la creación de colegios de ciencias y
artes, de institutos para huérfanos y huérfanas en todos los
departamentos, así como el establecimiento de escuelas primarias en
todos los cantones de la república. Paralelamente, creó la logia
“Hiram” de La Paz, y redactó personalmente sus estatutos.
Así
fue este guerrero admirable, libertador de pueblos, masón de
elevadas cualidades morales y promotor de los Derechos Humanos.
ANEXO:
IDEARIO DE ANTONIO JOSÉ DE SUCRE
Estoy
resuelto, no obstante todo, a obedecer ciegamente y con placer a Ud.
(1917. A Bolívar).
El
honor y la reputación de que el hombre es justamente celoso. (1819.
A Carlos Soublette).
En
el mismo año, el bien de la patria que tanto nos cuesta. (A Carlos
Soublette).
Espero
que este año vamos a Quito y que yo dedicar mis días a esos países
que sin conocerlos amo sobremanera. (1820. A Francisco de Paula
Santander).
Anegada
la América en lágrimas y sangre, inundada por torrentes de crímenes
y de horrores en la más destructora guerra, pedía al Dios de la
Justicia un término a sus males. (1821. A Salvador Jiménez, Obispo
de Popayán).
Nunca
son esclavos pueblos que resuelven ser libres. (1821. Proclama en el
Cuartel General de Guaranda).
Yo
renuncio los honores y aun la gloria al bien de la patria. (1821. A
Santander).
Siendo
una misma la causa de los americanos es una misma nuestra patria.
(1821. A José de Espinar).
Los
indios serán considerados en adelante como ciudadanos de Colombia; y
los tributos que hacían la carga más pesada y degradante a esta
parte desgraciada de la América, quedan abolidos con arreglo a los
decretos del Congreso Nacional. (1822. Decreto en Cuenca).
(Me
inclino por) un gobierno que aun en las circunstancias apuradas de la
guerra no quiera que los ciudadanos sean mandados solamente por jefes
militares ni están privados de los recursos que las leyes les
conceden para reclamar en los tribunales de justicia contra los
agravios que les infieran los otros magistrados. (1822. A Pedro
Briceño Méndez).
En
breve el reposo y la paz serán los primeros bienes que gozarán
estos países, después que la República les ha dado independencia y
libertad. (1822. Al Ministro de Guerra y Marina).
Al
cabo de doce años de horrores y catástrofes, veamos levantarse
majestuosamente, desde las cumbres de Pichincha, la aurora brillante
de la paz. (1822. Al Ayuntamiento de Latacunga).
El
primer pueblo que desde el Ecuador dio el primer grito de la
libertad, debe ser el primero que enseñe si es posible que la misma
libertad reclama principios moderados para que jamás la licencia sea
su término. (1822. Sesión del Cabildo de Quito).
Puedo
asegurar que mi intención ha sido lo más recta y sana, sólo quiero
exigir a V.S.M./. que desprendiéndose de respetos particulares, y
unido sólo a sus obligaciones en beneficio del pueblo, representen a
S.E. contra los defectos de mi mando; porque amigo de la patria más
que de mí mismo, mi ser complaciente ser conducido a la vía de la
justicia, y observar que hay en el departamento ciudadanos vigilantes
que sean el escollo de la arbitrariedad; y que el gobierno contenga a
los magistrados que se desvíen de las leyes. (1822. Al Cabildo de
Quito).
Todos
los peligros con los enemigos no valen nada; pero la menor disensión
interior me molesta a lo infinito. (1823. A Francisco de Paula
Santander).
Tomar
medidas fuertes y severas para restablecer la moral y la
subordinación del ejército. (1823. A Bolívar).
No
podemos ver con ojos indiferentes la pérdida de compañeros de armas
que en doce años han justificado ser acreedores a todo cuidado y
consideración. (1823. Al Ministro de Guerra del Perú).
Si
estas disensiones continúan con el aspecto que les observo, mi único
partido ser restituir a su patria los soldados colombianos, para
evitarles la deshonra de empañar sus armas en guerras civiles.
(1823. Al Congreso del Perú).
Los
destinos sin el honor son más bien el vilipendio que la dignidad del
hombre. (1823. A Bolívar).
Las
gentes han debilitado mucho su patriotismo, y es menester suplirlo
con la fuerza. Los resultados justificarán las medidas violentas a
que nos veamos obligados. (1824. Al coronel F. del P. Otero).
La
traición y la perfidia me irritan hasta desesperarme. (1824. A
Bolívar).
La
causa de la justicia puede sufrir desgracias y reveses, pero nunca Se
pierde. (1824. Al coronel Román Antonio Desa).
Ni
he aspirado, ni he pretendido, ni esperado ningún ascenso: mi deseo
ha sido servir a la Patria. (1824. A Bolívar).
El
ejército es la patria, porque, perdido o disgustado el ejército, se
perdió la república. (1825. Al Prefecto de Arequipa).
Toda
intervención de la fuerza armada en las deliberaciones de esta
Asamblea, hará nulos los actos en que se mezcle el poder militar.
(1825. Decreto en La Paz).
Las
provincias denominadas del Alto Perú quedarán dependientes de la
primera autoridad del ejército libertador, mientras una asamblea de
diputados de los pueblos delibera de la suerte de ellas. (1825.
Decreto en La Paz).
El
recuerdo de las acciones heroicas de los hombres muertos por la
Patria es una lección de importancia para los vivos. (1825. Decreto
en La Paz).
La
educación es el origen de los buenos magistrados y ciudadanos.
(1825. Decreto en La Paz).
Siendo
sincero por carácter, le diré que no deseo estar mucho tiempo en
este país, porque veo que se me obliga a conservar algún mando, y
no puedo conocer bien el manejo de los pueblos para poder encargarme
de alguna parte de su administración. El mando del ejército lo
tendría porque en él sí puedo hacer algo. (1825. A Bolívar).
Estoy
resuelto a llevar en una mano las leyes y en otra la espada que
refrene a los malvados. (1825. A la Municipalidad de Cochabamba).
Sé
que esos indios están prohibidos de comerciar ellos mismos los
frutos, o porque el gobierno se los priva o porque alguna costumbre
lo exija así. De hecho queda quitada esa prohibición y los indios
en aptitud de llevar sus frutos donde quieran, de ir y venir a
comerciar donde les dé la gana, y de vender sus cosas a quienes
gusten. (1825. Al coronel José Videla).
Todos
mis embarazos habrían cesado resolviéndome a dirigir el Alto Perú
por un gobierno militar; pero ni éste es propiamente un gobierno, ni
yo podía presentar a los primeros hijos de la revolución las leyes
de la milicia como los bienes que ellos esperaban de nuestra
victoria. (1825. Memoria a la Asamblea de Bolivia).
La
administración de justicia, sin la cual no puede haber sociedad,
recibir todas las mejoras de que es susceptible. (1825. Memoria a la
Asamblea de Bolivia).
La
parte (de bienes) que debiera tocarme a mí… se la den a las viudas
e hijos de los soldados muertos en Ayacucho. (1825. Al general
Santacruz).
Los
principios del gobierno están opuestos a toda especie de
desigualdades entre los ciudadanos por su nacimiento. (1826. Decreto
en Chuquisaca).
La
buena educación es un caudal mucho mayor que los bienes de fortuna.
(1826. A Narcisa Márquez viuda de Sucre).
Como
la calumnia y la ingratitud están de moda, es menester dejar que el
tiempo y los hechos desengañen a los que quieren engañar. (1826.
Carta a Mariano Serrano).
El
más fácil medio de aumentarse la población, es promover la
inmigración y que ésta no se obtiene sin garantías sociales, e
invitando a todos los hombres a venir a Bolivia a profesar el culto
de la libertad. (1826. Decreto en Chuquisaca).
Los
indígenas, esa parte originaria de nuestro pueblo, la más digna del
goce de los beneficios de la independencia, oprimida todavía por la
costumbre de humillarlos, han sido rescatados en gran parte de los
ultrajes con que eran tratados; pero ellos no están aún en la
dignidad de los hombres. Toda la fuerza del Gobierno para
arrebatarlos de la injusticia y del crimen no ha bastado para volver
a esta clase infortunada de su condición y abatimiento. Su abyección
en tres siglos de esclavitud los ha sumergido en males de que sólo
podrá sacarlos el cuerpo legislativo, y la ejecución de las medidas
y decretos del Gobierno en su favor y en el de su educación. (1826.
Mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia).
Persuadido
que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad que lo C01l1pone no
conoce sus deberes y sus derechos, he consagrado un cuidado especial
a la educación pública. (1826. Mensaje al Congreso Constituyente de
Bolivia).
Ofrecí
mi espada y mis servicios para sostener las leyes y colocar la
república al abrigo del desorden como de la tiranía. (1826. Al
aceptar la Presidencia Provisional de Bolivia).
La
justicia y su decoro reclaman que yo tenga la misma responsabilidad a
que hayan de estar sometidos los otros por el desempeño de su
administración. (1826. Nota al Presidente del Congreso Constituyente
de Bolivia).
Este
Congreso (el de Bolivia) marcha bien; todo lo hace de buena fe y yo
tan lo creo así que aunque algunas veces rechazan los proyectos del
Gobierno no me molesto en nada, porque acaso tendrán razón puesto
que ellos conocen bien el país y porque esto prueba que tienen
libertad para hacer lo que les parece en el desempeño de sus
funciones. (1826. Carta a Andas de Santa Cruz).
Ver
de planificar el sistema constitucional y las más esenciales leyes
para que mi sucesor encuentre el país en mejor estado. (1826. A
Bolívar desde Chuquisaca).
El
28 de octubre se verificó la elección de Presidente Constitucional:
el Congreso me dio unánimemente sus votos y los del pueblo… Yo he
creído de mi deber y conciencia no aceptar tal puesto; y últimamente
dije al Congreso, por respuesta final, que ejercería la Presidencia
hasta la reunión del primer Congreso Constitucional el año 28; y
que más allá no. (1826. A Santa Cruz desde Chuquisaca).
La
ingratitud es el peor de los vicios; y cuando se ejerce por puro
placer aumenta sus grados de maldad. (1827. A Santander).
Todas
las lisonjas, todos los halagos de la carrera pública, no valen ni
un momento del encanto que da al alma una buena familia. (1827. Al
general Aguirre).
La
manía politiqueadora se ha introducido en la fuerza armada. Este es
un presente que nos ha venido de allá. Pobres países donde la
fuerza armada delibera. (1827. A Santander).
Es
indudable que el que ataca a los intereses de su patria borra toda
acción noble. (1827. A Santa Cruz).
Nuestros
edificios políticos están construidos sobre arena; por más solidez
que pongamos en las paredes, por más adornos que se les hagan no
salvamos el mal de sus bases. Es la mayor desgracia conocerlo y no
poderlo remediar. (1827. A Bolívar).
Muy
bellas son las teorías que defendemos en América. Ojalá se
practiquen. (1827. A Bolívar).
La
virtud más bien se inspira que se manda. (1827. Reglamento Orgánico
para los Colegios de Ciencias y Artes de Chuquisaca).
Deseo
la paz porque la necesitan los pueblos. (1828. A Bolívar).
Llevo
la señal de la ingratitud de los hombres en un brazo roto, cuando
hasta en la guerra de la independencia pude salir sano. (1828. A
Bolívar).
Preferiría
mil muertes antes que por mí se introdujese en la América el
ominoso derecho del más fuerte. Que ningún pueblo americano dé el
abominable ejemplo de intervención. (1828. Al general Agustín
Gamarra).
La
victoria protege a los que se conducen con honor. (1828. Mensaje al
Congreso de Bolivia). .
Nada
sería más peligroso a las libertades públicas que el dar
legitimidad a los actos de un poder inconstitucional que, por lo
mismo, es una usurpación y una transgresión de las leyes. (1828.
Mensaje al Congreso de Bolivia).
Siguiendo
los principios de un hombre recto, he observado el de que en política
no hay ni amistad ni odio, ni otros deberes que llenar, sino la dicha
del pueblo que se gobierna, la conservación de sus leyes, su
independencia y su libertad. (1828. Mensaje al Congreso de Bolivia).
Ningún
pueblo está obligado a someterse a leyes destructivas sino mientras
la fuerza puede oprimirlo. 1828. A Flores).
Si
fuere necesario ver mil veces la muerte bajo los puñales parricidas,
véase y perezcamos también, porque moriremos con honra, mientras
que en la anarquía desapareceríamos con ignominia. (1829. A
Bolívar).
(Tomado
de “Presencia viva de Antonio José de Sucre 1795-1830”, La
palabra del Gran Mariscal, Caracas, Ediciones del Ministerio de la
Secretaría de la Presidencia de la República, 1980.)
Fuente:
https://academiafrancmasonicaecuatoriana.wordpress.com/2012/05/24/antonio-jose-de-sucre-el-heroe-magnanimo/#more-473