Resumen: Se trata de un rápido
repaso de la evolución del pensamiento filosófico que parte de la
formación de las concepciones míticas y religiosas previas en al
Grecia clásica para abordar el origen y desarrollo de la filosofía
mediante el señalamiento de las ideas centrales de Tales de Mileto,
Pitágoras, Jenófanes de Colofón, Heráclito, Anaxágoras,
Empédocles, Sócrates, Demócrito, Platón, Aristóteles, Tomás de
Aquino, Maquiavelo, Bacon, Descartes, Spinoza, Vico, Locke, Hume,
Diderot, Kant, Hegel, Feuerbach y Marx, en una apretada síntesis que
tiene como línea conductora el pensamiento libre y materialista,
desde una perspectiva descriptiva que en determinados momentos se
expresa también críticamente.
En el principio de la humanidad
predominaba la ignorancia y el temor. Ignorando las cosas el ser
humano tenía miedo a todo lo que le rodeaba y sus primeras
explicaciones de lo que no comprendía se enfocaban hacia las
respuestas fáciles y sobrenaturales: ¿quién hacía llover?, ¿quién
hacía ruido con los truenos?; ¿quién movía la tierra?, etc. Y se
contestaba a sí mismo: los espíritus, a los que luego llamó
dioses. De manera que para explicarse los fenómenos de la naturaleza
se dio a la tarea de inventar dioses: el dios de la lluvia, del
trueno, del fuego, de la tierra; el dios sol, la diosa de la
fecundidad, el dios de la caza.
Luego, con la división social del
trabajo, surgieron los magos y brujos, quienes explotaron la idea de
los dioses con trucos, presentándose como enviados o representantes
de los mismos, con supuestos poderes extraordinarios y de
intermediación entre dioses y seres humanos.
Con el tiempo, las clases dominantes
fueron perfeccionando la religión: crearon más dioses, así como
mitos, ritos y ceremonias, y levantaron templos donde adorar a sus
dioses, con mecanismos de pago, en especie o efectivo, para gozar de
los favores divinos. Al mismo tiempo surgió una casta divina: los
brujos se fueron convirtiendo en sacerdotes todopoderosos, que
apoyaron a los reyes y faraones. Así, en los grandes imperios los
fieles eran esclavos por voluntad de los supremos dioses y el Estado
dictaba a qué dios se debía adorar y a cuáles no.
Y el primer gran invento de la
religión fue la existencia de un más allá, al parecer por parte de
los egipcios. La tesis egipcia es muy sencilla: Los hombres se deben
a Osiris y deben hacer en este mundo su voluntad, soportando la
esclavitud, con la esperanza de que ‒si se portan bien‒
resucitarán algún día a una vida más feliz, en la que ya no serán
esclavos. Es decir, casi exactamente lo que hoy predican diferentes
religiones, especialmente cristianas.
La clase dominante aprovechaba la
ignorancia para explotar a los demás, mientras las clases dominadas
por la opresión y la ignorancia aceptaban todo. Pero aparecieron
quienes empezaron a usar la razón y la observación para encontrar
una explicación lógica a los fenómenos de la naturaleza que
ocurrían en su alrededor. Nació entonces la filosofía, y con ella
la ciencia, como alternativas a las creencias mitológico-religiosas.
Con esto quedaron definidos dos campos y maneras de pensar distintas
para explicar los fenómenos naturales y las grandes interrogantes de
la mente humana, los cuales perduran hasta hoy: el pensamiento
religioso y el pensamiento científico filosófico.
Estos dos tipos de pensamiento se
expresaron en el campo de la filosofía en el idealismo y el
materialismo. Los idealistas se explican las cosas, las leyes de la
naturaleza, el papel del hombre en el universo, su pensamiento y su
destino, vinculados a la existencia de una mente que conciba esa
realidad, lo que hace que esta visión concuerde y hasta sea
utilizada para fundamentar el pensamiento religioso, e incluso la
religión fue creando su propia filosofía, la teología, o tratado
de los dioses, para justificar la existencia de los mismos. En
cambio, los materialistas sostienen la dependencia del pensamiento
respecto de la materia, vinculado a las explicaciones de la ciencia,
en la cual tienden a sustentarse.
Fue en Grecia, hace más de 2500
años, donde surgieron quienes no aceptaron las explicaciones míticas
y religiosas y optaron por responder las grandes interrogantes
humanas utilizando la razón. ¿Quiénes fueron esos hombres?
Recordemos algunos de ellos y revisemos someramente lo fundamental de
sus pensamientos, para luego revisar el aporte de otros filósofos
que les siguieron.
Tales de Mileto (625 a.C. a 547
a.C.) es considerado el padre de la filosofía, vivió cuatro siglos
antes de Cristo y se dedicó a la astronomía y a la explicación
científica de los fenómenos naturales.
Pitágoras (580 a.C. a 495 a.C.) fue
otro insigne filósofo, padre de las matemáticas. Concluye que el
principio de todas las cosas es el número. Y por lo tanto la salud
es el resultado de una apropiada relación matemática de las partes
corporales. Pitágoras y sus discípulos fundaron una escuela
secreta, con leyes y reglamentos muy estrictos y fueron los primeros
en declarar que la Tierra no es el centro del universo. Fueron
tratados como herejes, como ateos, y en consecuencia perseguidos y su
hermandad fue dispersada por enfurecidos fanáticos religiosos.
Jenófanes de Colofón (575 a.C. a
470 a.C. aprox.) cuestionaba los dioses griegos y se negó a
adorarlos diciendo: si los bueyes, caballos y leones tuviesen manos y
con ellas pudiesen dibujar, los caballos dibujarían la imagen de los
dioses semejante a los caballos, los bueyes semejante a los bueyes,
todos harían cuerpos semejantes a sus cuerpos. Las obras de
Jonófanes fueron destruidas. La clase dominante no podía tolerar
que se la pusiese en ridículo y que se dudara de los dioses a los
que recurría para justificar como sagrado y legítimo su propio
predominio. Pero muchos le oyeron.
Heráclito (535 a.C. a 484 a.C.),
conocido como el padre de la dialéctica, el arte de la polémica,
filósofo panteísta, enseñó que todo existe y al mismo tiempo no
existe, ya que todo fluye y cambia perpetuamente, aparece y
desaparece. Y se recuerda que nadie se baña dos veces en las mismas
aguas de un mismo río, porque ésta no es la misma en distintos
instantes, ya que él afirmó: “En los mismos ríos entramos y no
entramos, (pues) somos y no somos (los mismos)”. Para él, la
estructura del mundo depende de tensiones opuestas como la del arco y
la lira. Todas estas ideas fueron consideradas exóticas, pues la
ciencia era incipiente y no era posible probar sus teorías. Sus
seguidores fueron perseguidos y acabaron apedreados.
A Anaxágoras, (500 a.C. a 428 a.C.)
quien emprendió investigaciones de la naturaleza, le acusaron de
impiedad por haber dicho que el Sol es una simple masa de fuego y de
piedra y no un dios como creían los atenienses.
Empédocles, (495 a.C. a 435 a.C.
aprox.) otro filósofo griego, afirmaba que los hombres habían sido
dioses, expulsados a la Tierra por impuros. También sostuvo que
todas las cosas estaban compuestas de aire, fuego, agua y tierra,
tesis que duró hasta la Edad Media y sentó las bases de la química
moderna. A esos elementos añadió la influencia de dos fuerzas: la
atracción y la repulsión: el amor y la discordia hacían que el
Universo se moviera a ritmo de vida y de muerte, el amor une, la
discordia separa, y se crea así cambio y movimiento. A esto se suman
algunos descubrimientos científicos que realizó.
Pero fue Sócrates (470 a.C. a 399
a.C.) el peor de todos para la casta fanática y el clero, pues
utilizaba la ironía para burlarse de todo: de los dioses, de los
filósofos, del gobierno, de la religión y de sí mismo, pues, era
pequeño, gordo, ñato y calvo. Negaba que la moral fuese sinónimo
de religión. Y afirmaba que “Puede el ser humano portarse bien sin
creer en dios alguno”. “Nadie es malo voluntariamente sino por
ignorancia”. “Cada hombre comienza a vivir en él y deberá dudar
de todo lo que se hizo antes de él”. “La duda es el inicio de la
verdad”. “Solo sé que no sé nada”. “Conócete a ti mismo”.
Uno de sus grandes legados fue el
método inductivo, a través de la mayéutica, que tienen vigencia
hasta nuestros días.
Finalmente, Sócrates fue acusado de
disolución social, ataque a las instituciones, ateísmo, faltas a la
moral, etc. y condenado a muerte bebiendo la cicuta, la que tomó en
medio de bromas con sus discípulos.
Demócrito (460 a.C. a 370 a.C.) fue
perseguido por sostener ideas materialistas. “La sustancia cósmica
está compuesta de un número infinito de partículas elementales,
físicamente indivisibles, indestructibles e infinitas, variables de
tamaño y forma, en un eterno movimiento”. Demócrito hablaba de
los átomos cuatro siglos antes de nuestra era y 23 siglos antes de
Einstein.
Platón (427 a.C. a 347 a.C.)
presenta sus ideas en forma de diálogos, en los que se planteó las
tres cuestiones fundamentales de la Filosofía: ¿Dónde puede el
hombre hallar la verdad? ¿Cuál es el origen del universo? ¿Cuál
es la finalidad del hombre en la vida?
Platón fundó el sistema filosófico
al que se ha llamado “Idealismo objetivo”, según el cual las
cosas son sólo las sombras de las ideas; las ideas son eternas, las
cosas transitorias, los caballos no existen sino la idea que tenemos
de los caballos.
El verdadero conocimiento de las
cosas, decía Platón, no nos dan los sentidos, que engañan, sino la
razón. El hombre no puede conocer la verdad sino como un reflejo del
mundo de las ideas.
Por pensar de esta manera es obvio
deducir que a Platón no le persiguieron ni le apedrearon. Su
interpretación del papel del hombre satisfizo a las autoridades:
unos debían servir a otros que son más nobles y ricos. Los pobres
debían vivir sin quejarse y ser felices en el otro mundo, el de
verdad, no en este que es producto de la imaginación.
Posteriormente la Iglesia Católica
se adueñó de las ideas de Platón para elaborar su doctrina sobre
la “inmortalidad del alma” y lo pecaminoso de la carne, es decir
de la materia.
Aristóteles (384 a.C. a 322 a.C.),
maestro de la sabiduría y preceptor de Alejandro Magno, genio de
todas las disciplinas del saber humano, quien escribió sobre física,
matemática, ética, política, filosofía, biología, zoología,
cierra el ciclo griego.
Aristóteles fue un educador
notable, científico incansable, su influencia perduró en el mundo
hasta la llegada del materialismo del siglo XVIII.
Entre los aportes más importantes
de Aristóteles se encuentra la concepción del ser humano como
animal político y el descubrimiento del origen de las luchas
sociales, basadas en la desigualdad de las condiciones de fortuna.
“Hay ricos y hay pobres, y Dios no tiene nada que ver en eso”.
Todo depende, pensaba el filósofo, de quien ejerza el poder. Cuando
el poder se encuentra en manos de los ricos, el régimen se llama
oligarquía. Cuando lo ejerce el pueblo, se llama democracia,
habiendo varias clases de ella, según si sean campesinos, artesanos,
o asalariados los que predominen en esa democracia teórica. Al
respecto planteó seis formas de gobierno: tres puras (monarquía,
aristocracia y república) y tres degradadas de las anteriores
(tiranía, oligarquía y demagogia).
Sin embargo, justificaba la
esclavitud como necesaria para la sociedad y discriminaba a la mujer,
a los trabajadores asalariados y a los extranjeros, a todos quienes,
consideraba, no podían tener los mismos derechos que los hombres
ricos.
Aristóteles rechazó, por absurdas,
las ideas de Platón sobre los mundos ideal y sensible y consideró
que los sentidos eran la única fuente de la verdad. En el campo de
la ética enseñó que el fin de la vida era lograr la felicidad.
Pero la filosofía no se quedó
allí, aunque poco faltó, al hacer su aparición el falso
cristianismo retrógrado de la edad media, con el cual la ciencia y
la filosofía se volvieron esclavas de la teología religiosa. Por
esa razón esta increíble época ha sido llamada la edad de la fe,
que no es otra cosa que la negación de todo razonamiento científico.
Pocos siglos después de la muerte
de Jesús se estableció en Roma una dictadura feroz que consideró
herejes a quienes no pensaban como señalaba la Iglesia. Todo indicio
de filosofía independiente de la religión desapareció de Europa, y
quien pensaba en contrario fue sometido a las hogueras de la “Santa
Inquisición”.
En esa época terrible, a falta de
filosofía la gente con inquietudes acabó trazando variaciones
teológicas sobre los misterios la “Santísima Trinidad” y de la
iglesia o debatiendo sobre el sexo de los ángeles. La filosofía y
la ciencia solo se desarrollaron fuera de Europa, en el mundo
musulmán. Hombres como Avicena (980 a 1037) y Averroes (1126 a 1198)
demostraron falsedades de la biblia, calificándolos de relatos
alegóricos para gente inculta, y mantuvieron vigente la filosofía
griega, especialmente Aristóteles, así como el pensamiento y la
práctica científico técnica, particularmente la medicina.
En el ámbito filosófico religioso
se destacó Tomás de Aquino (1224 a 1274), quien escribió 21 tomos
de maromas mentales para justificar los dogmas de la Iglesia Católica
Apostólica Romana. Lo grave es que aún se estudian estos tratados
en los seminarios católicos.
Hasta que llegó el Renacimiento, es
decir el renacer de la ciencia y la filosofía, contra el dogma, la
dictadura de la fe y el fanatismo, logrando para la humanidad su más
preciado valor: la libertad de pensamiento.
En la historia de la humanidad se
apuntan en esta época nombres y testimonios del triunfo del
pensamiento como en Dante, Bocaccio, Petrarca, Maquiavelo, Leonardo
Da Vinci, Erasmo, Lutero, Vico, Copérnico, Galileo, Kepler, Newton,
Giordano Bruno, Miguel de Servet. En todos ellos predomina una idea:
buscar una realidad al margen de la religión y de la fe a pesar de
la Iglesia de Roma.
Maquiavelo (1469 a 1527) se lanzó
contra la Iglesia y predicó la rebelión en contra de la dictadura
religiosa, pues sostuvo que “La Iglesia se ha apropiado de Dios
para sus fines particulares”.
Bacon (1561 a 1626) dijo “Yo me
pregunto ¿por qué esos pueblos donde hay más nobles son los
pueblos donde existe más miseria?”.
Descartes (1596 a 1650) luchó por
explicarse el mundo desde su punto de vista, razonando la existencia
de las cosas, aunque al mismo tiempo tratando de demostrar la
existencia de un Dios. “Todas las cosas que concebimos claras y
distintas existen”. El sistema cartesiano con su “Pienso luego
existo” era racionalista, pero también idealista porque planteaba
la necesidad de Dios.
A Spinoza (1632 a 1677), el clero y
castas gobernantes no lo querían porque en primer lugar era judío y
luego porque dejó de serlo y se hizo casi ateo. Predicó, además,
algo inconcebible para aquellos tiempos: el hombre es libre de pensar
y creer en lo que le dicte su razón. Y sigue: Dios no existe como
dice la religión sino como un “principio” espiritual e
impersonal, como una sustancia, de la cual era una realidad el
universo (panteísmo: todo es dios). Por todo esto Spinoza vivió y
murió pobre, pues su oficio era pulir lentes.
Juan Bautista Vico (1668 a 1744) es
poco conocido, sin embargo su pensamiento es fundamental. Es autor de
“Principios de una ciencia nueva acerca de la naturaleza común de
las naciones”. Este filósofo planteó la tesis, audaz para su
tiempo, de que la historia de la humanidad pasa por tres períodos,
que en el plano humano corresponden a la infancia, la adolescencia y
la edad adulta, a saber: El régimen bárbaro y patriarcal del hombre
cazador dominado por el misticismo, el régimen feudal de una minoría
aristocrática y una mayoría de esclavos, y el régimen nuevo como
edad adulta de la humanidad (edades divina, heroica y humana).
Esta tesis no tendría nada de
especial, excepto por la época en la que la expone y porque habla
por primera vez de una evolución de la sociedad. Sin embargo tiene
una visión circular o cíclica al plantear que la humanidad volverá
otra vez al punto de partida y comenzará nuevamente el ciclo de
evolución.
En aquel entonces los filósofos
materialistas se apoyaban en la ciencia, su punto de partida era la
idea de que el ser humano forma parte de una naturaleza y que las
relaciones humanas se rigen por las mismas leyes que los fenómenos
naturales.
John Locke (1632 a 1704) argumentaba
contra el “derecho divino” de los reyes, contra la infalibilidad
de las religiones y contra los dogmas de la Iglesia. “Ningún
hombre puede tener más que otro, decía, pues es evidente que todos
somos criaturas de la misma especie y orden, iguales entre si y que
tienen igual parte en los beneficios de la naturaleza”. Para Locke
el hombre debe entender a Dios a su manera, no como lo dicte religión
alguna. Todo eso le cayó muy mal, como una bomba, al clero. Y un
filósofo idealista, el obispo George Berkeley (1685 a 1753), se
dedicó a refutar a Locke, sin conseguirlo.
David Hume (1711 a 1776), filósofo
agnóstico, defensor de la idea de que no podemos saber nada con
certeza, escandalizó a Inglaterra con sus ideas en contra de la
religión y acabó refugiándose en Francia, donde sí obtuvo eco.
Para Diderot (1713 a 1784) la
astronomía muestra que los planetas giran en una órbita que se
cierra en sí misma: acaban de girar en donde empezaron. Concluía de
ello que el mundo y la humanidad serían siempre lo que eran y habían
sido. Ni el mundo ni la humanidad habían evolucionado sino que
simplemente se venían repitiendo ciclos de vida y muerte.
Estos conceptos eran metafísicos y
mecanicistas. Desde esta perspectiva, las masas, el pueblo, no
existen, solo son guiados por los héroes, reyes o capitanes,
profetas o filósofos, que son la fuerza motriz de la historia del
mundo. El hombre no es dueño de su propio destino sino producto de
una serie interminable de casualidades.
En esa época Francia era un
hervidero de ideas. Había una rebelión generalizada contra la
dictadura religiosa y monárquica, la que vino a dar sus frutos en la
Revolución Francesa, con el triunfo de la razón sobre la religión.
Se destacan Voltaire, Rousseau, Diderot, Montesquieu, Robespierre,
Danton …
Sin embargo, la Revolución
Francesa, más que ideas filosóficas difundió ideas políticas de
“Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Con su ejemplo Latinoamérica
se independizó de Europa y ésta se independizó de la monarquía
papal.
La filosofía de la Ilustración nos
liberó de la concepción religiosa del mundo y florecieron las
ciencias. En los siglos XVI y XVIII los mayores avances de la ciencia
se realizaron en el campo de las matemáticas y de la mecánica de
los cuerpos celestes, por lo que la filosofía materialista tiene un
carácter mecánico. En otras palabras: los filósofos materialistas
examinan los fenómenos de la naturaleza y de la vida social desde el
punto de vista de la mecánica. Basándose en ella, creían que las
leyes de la mecánica podían aplicarse automáticamente a la vida y
a la naturaleza. Decían, por ejemplo: “la naturaleza es algo
inmutable, eternamente sometida a fenómenos de rotación como las
máquinas”. Pero casi como contraataque a las ideas materialistas
surgió una fuerte filosofía idealista.
Kant (1724 a 1804) fue precursor del
idealismo alemán. Su obra más conocida, “Crítica de la razón
pura”, le llevó 15 años de análisis crítico de la mente humana.
En ella, entre otras concepciones, Kant deduce que: “todo intento,
tanto científico como religioso de definir la realidad, no es sino
una mera hipótesis”, “todo intento de captar el conocimiento
trascendental es infructuoso, ya que, para cada tesis, la mente puede
crear una antítesis igualmente valida”, “Es imposible probar la
existencia de Dios por cualquier manera de las usuales”. Sin
embargo, Kant sostuvo que no puede haber moralidad sin la creencia en
Dios o la inmortalidad: había que suponer la existencia de Dios
porque resultaba “necesario”.
Schelling, Fichte y Hegel fueron los
máximos exponentes de la filosofía idealista alemana. Con ellos la
filosofía da un gran salto y recupera lo mejor de la filosofía
griega: la dialéctica o doctrina del desarrollo de la humanidad.
La dialéctica se originó en los
filósofos griegos que la tenían como sistema para descubrir la
verdad, el tratar de encontrar las contradicciones en los
razonamientos de los adversarios. Pero la religión, especialmente la
católica, quiso acabar con la dialéctica al no admitir la polémica:
las cosas eran como lo decía el papa, los teólogos oficiales y la
biblia. De aquí han heredado los fanáticos e ilusos la creencia de
que la biblia es la palabra revelada por Dios y, con ellos, no hay
discusión, no hay dialéctica.
Hegel (1770 a 1831) tiene criterios
muy valiosos, como sus concepciones del movimiento eterno, del
desarrollo del espíritu universal y su dialéctica. Pero consideraba
que las leyes dialécticas solo regían el desarrollo del espíritu,
no el de la naturaleza y el de la sociedad, pese a que para el método
dialéctico no hay nada eterno, estancado, inmutable. La esencia del
mundo, decía, no es la materia, sino el espíritu, y por
consiguiente el espíritu es independiente de la materia y en
consecuencia libre. Según este razonamiento el hombre puede ser
libre, aunque físicamente lleve cadenas.
Hegel aconsejaba a los obreros
explotados por sus patrones que no trataran de liberarse de la
opresión material sino de la espiritual, pues, “obedeciendo al
Estado representante de Dios, se podría llegar a ser feliz y libre
en espíritu”. Estas ideas fueron aplaudidas en su tiempo por
muchos, ya que, a su manera, son dialécticas, pero idealistas.
Para Hegel el desarrollo de la
humanidad es un constante progreso que consiste en el hecho de que el
primitivo despotismo oriental, en el que un solo ser, el tirano, era
libre, dejó paso al régimen aristocrático greco-romano, en el que
más seres humanos eran libres. Vino después la desaparición de la
esclavitud y la servidumbre y más gentes fueron libres. Luego vino
el mundo cristiano germánico, el feudalismo, la monarquía, la
revolución francesa y, finalmente, la humanidad había llegado a la
libertad absoluta con el Estado prusiano.
En Prusia había un emperador, un
ejército, una iglesia archimillonaria y docenas de terratenientes.
El pueblo trabajaba para éstos sin ser esclavos, pero sin dejar de
ser oprimidos. Hegel no veía esta opresión y se imaginaba que no
habiendo esclavos la libertad absoluta estaba consagrada. Lo que
sucedía en realidad era que el feudalismo se había transformando en
capitalismo, una forma más moderna y sutil de explotación de la que
Hegel no cayó en cuenta.
Hegel hablaba del desarrollo de la
humanidad pero también lo negaba al decir que con el Estado prusiano
se acababa ese desarrollo. Los razonamientos de Hegel eran
dialécticos pero fallaban al aplicarlos a la realidad.
Por ejemplo, en la lucha de los
contrarios decía que cada cosa es una unidad de contrarios, en el
sentido de que cada cosa está compuesta de elementos que, hallándose
inseparablemente vinculados entre sí, se excluían al mismo tiempo.
La sociedad es un todo, una unidad de contrarios: ricos, pobres,
medios ricos, paupérrimos y miserables, todos vinculados entre sí;
pero al mismo tiempo contrarios. Luego, decía Hegel, que lo que
hacía desarrollar a la humanidad era la lucha de contrarios y lo que
lograba los cambios era el triunfo de uno de ellos. Pero esta ley no
la aplicaba a la realidad, porque a renglón seguido decía que en el
Estado prusiano la lucha de contrarios no era para transformar ese
Estado sino únicamente para mejorarlo, pues ya se había llegado
hasta casi la perfección social.
Feuerbach (1804 a 1872), discípulo
del idealista Hegel, renunció a la doctrina de su maestro y se
volvió materialista, y es considerado padre del humanismo ateo, pero
su materialismo consideraba a la naturaleza en estado de reposo y por
ende también a la sociedad: en reposo, inmutable, y sin proceso de
cambio. Decía que las cosas son inmutables, dadas de una vez para
siempre, sin relación entre sí, que se pueden investigar una
después de la otra en forma independiente: que la naturaleza solo
aumenta en cantidad pero que siempre es igual. Lo mismo pensaba
dentro de la sociedad, es decir, que no cambia, sino que todo se
repite como en un movimiento mecánico.
Marx (1818 a 1883) tomó lo que
consideró mejor de los dos anteriores, el materialismo de Feuerbach
y la dialéctica de Hegel, para conformar su materialismo dialéctico.
Sin embargo, como Feuerbach era materialista pero metafísico, y
Hegel era dialéctico pero idealista, modifica los planteamientos de
estos filósofos, sobre todo porque Hegel no ve la explotación de
las mayorías por una minoría de privilegiados, mientras Marx lo ve
con claridad meridiana y ese es el primer trabajo que se plantea.
Marx llegó a decir respecto de Hegel que su dialéctica aparecía
invertida, puesta de cabeza, y que no hay más que darle la vuelta y
ponerla de pies, es decir, volverla materialista. “No puede haber
ninguna conciliación entre verdaderos contrarios como son el capital
y el trabajo” sostuvo.
Pero fundamentalmente, Marx
emprendió la tarea de desenredar los hilos y darle un propósito
práctico a la filosofía para transformar el mundo. “Hasta ahora
los filósofos no han hecho otra cosa que interpretar el mundo, ahora
se trata de transformarlo” afirmaba Carlos Marx.
Los fundamentos del marxismo pueden
dividirse en tres grandes partes: La filosofía de Marx, la doctrina
económica de Marx y el materialismo histórico de Marx.
Marx, desde el inicio de sus
estudios filosóficos se inclinó por el materialismo y toda su vida
se dedicó a robustecerlo y a darle carácter científico, pues antes
de Marx los filósofos materialistas se dedicaban a negar la
existencia de Dios, apoyándose en los mismos argumentos religiosos.
Comprendiendo la que consideraba una falla de los materialistas
metafísicos y mecanicistas, Marx se hace una pregunta: ¿y el hombre
acaso no puede cambiar nada? Y juntamente con Engels, Marx enuncia
entonces la doctrina del desarrollo, o sea el retorno a la dialéctica
para oponerse a las ideas mecanicistas de la naturaleza, del hombre y
de la sociedad.
Marx dice: “El trabajo enajena al
trabajador… pero, ¿cómo lo enajena y porqué lo hace?…
Enajenación quiere decir distraer, pasar a otro el dominio de una
cosa, privar a alguien de algo que le pertenece”. El trabajo no
libre, el que se hace para un patrón, le proporciona un sueldo al
trabajador, pero al mismo tiempo lo enajena de algo con lo que se
queda el patrón.
En su primera obra llamada “Los
manuscritos de 1844”, Marx realiza un estudio sobre los diferentes
tipos de enajenación: enajenación política, económica y
religiosa. En esta obra adelantó algo que debería estudiarse con
profundidad, se pregunta: ¿Qué pasa con el producto del trabajo de
un obrero? Y se contesta: “Un obrero crea algo con su trabajo, pero
ese producto pasa a la propiedad del patrón, convirtiéndose luego
en mercancía. El trabajo del obrero ya no es la realización de sus
propios fines, de sus propios proyectos, sino que realiza los fines
de los otros.
En la historia de la filosofía Marx
constituye, sin duda, una cima del pensamiento materialista, con su
materialismo dialéctico y su materialismo histórico, que han
constituido aportes fundamentales a la filosofía política y a la
filosofía de la historia.
Fuente:
https://academiafrancmasonicaecuatoriana.wordpress.com/2011/03/15/elementos-de-historia-de-la-filosofia-desde-sus-origenes-griegos-hasta-carlos-marx/#more-327