Resumen: Erich Fromm, en su “Credo”
de 1965, señaló como alternativa del ser humano contemporáneo la
de TENER o SER y planteó “ser” mucho aunque se “tenga” poco.
Una década después, en su libro “¿Tener o Ser?” denunció el
fracaso de la promesa de progreso ilimitado de capitalismo y
socialismo, basada en producción ilimitada, libertad absoluta y
felicidad sin restricciones. Pero la satisfacción de deseos
materiales no produce felicidad, la libertad no es posible en la
sociedad de consumo, el progreso económico no es para todos y el
progreso técnico ha puesto en peligro la naturaleza. Este fracaso se
basa en dos premisas falsas de la sociedad industrial: que la meta es
felicidad – placer – satisfacción de deseos y que el egoísmo
individual genera bienestar social. Analizó la disyuntiva Tener-Ser
en el pensamiento de Buda, Jesucristo, Eckhart y Marx, coincidentes
en la necesidad de Ser mucho y no Tener mucho. Profundizó el análsis
empírico y concluyó que la distinción entre Tener y Ser -junto con
la del amor a la vida y la muerte- representa el problema más
crucial de la existencia. Encontró que la palabra tener no existe en
todos los idiomas y se desarrolló con la propiedad privada. Planteó
que Tener y Ser son dos modos de existencia: la relación del primero
con el mundo es de posesión y propiedad, mientras la segunda es viva
y auténtica, opuesta a apariencias engañosas. Ensayó
diferenciaciones del modo de Tener y del modo de Ser en la
experiencia cotidiana: en la educación (retención y memoria vs.
pensamiento y comprensión), en la conversación (intercambio de
mercancías vs. diálogo) y en la acción de amar (cuidar, conocer,
dar vida, aumentar la vitalidad, vs. encerrar, aprisionar o dominar).
En su famoso Credo de 1965, Erich
Fromm planteó ya, como una de las alternativas esenciales que se
presentan para el ser humano contemporáneo, la de TENER o SER. Dijo
entonces: “Creo posible la realización de un mundo en el que el
hombre pueda “Ser” mucho aunque “Tenga” poco; un mundo en el
que el móvil dominante de la existencia no sea el consumo; un mundo
en el que el ser humano sea el fin primero y último; un mundo en el
que pueda encontrar la manera de dar un objeto su vida y la fortaleza
de vivir libre y desengañado.”
Esa idea esencial fue llevada
alrededor de una década más tarde a una formulación amplia y
detallada, en la que el gran autor germano–americano desarrolló un
aspecto esencial de su teoría sicoanalítica social, cual es el de
las compulsiones de egoísmo y altruísmo que laten en cada ser
humano y lo llevan a optar por un particular modo de existencia. Esta
disyuntiva, esbozada ya por Fromm en sus obras anteriores, lo llevó
a redactar el libro “¿Tener o Ser?”, que pronto habría de
convertirse en otro de los hitos fundamentales de su pensamiento
sicológico y filosófico.
Nuestro autor comenzó esta obra
denunciando el fracaso de lo que llamó “la Gran Promesa de un
Progreso Ilimitado”, según la cual todas las sociedades
industriales, tanto capitalistas como socialistas, habían ofrecido e
los pueblos dominar la naturaleza por medio de la tecnología,
alcanzar la abundancia material, brindar la mayor felicidad a un
número cada vez mayor de personas y alcanzar una libertad personal
segura y sin riesgos. Dicho de otro modo, la nueva religión del
Progreso se asentaba en una nueva trinidad: “producción ilimitada,
libertad absoluta y felicidad sin restricciones.” Incluso las
sociedades del “socialismo real” pensaban de este modo,
sustituyendo las clásicas promesas revolucionarias de antaño (como
la de los anarquistas guayaquileños de 1922, que rezaba “Pan,
Libertad, Amor y Ciencia”), o las reflexiones de Marx sobre la
necesidad de construir de un “hombre nuevo” (cosa con la que
también soñaba el Ché Guevara), por la promesa de hacer que todos
los trabajadores vivieran como la burguesía: satisfechos en sus
apetitos materiales y rodeados de cosas.
Pero en el mismo siglo XX la
realidad demostró, según dice Fromm, lo deleznable de esa Gran
Promesa, en razón de que muchas gentes fueron descubriendo que:
La satisfacción ilimitada de los
deseos no produce un genuino bienestar, no es la ruta para conseguir
la felicidad y ni siquiera brinda el placer absoluto;
La libertad individual ilimitada no
es posible, porque la sociedad de consumo (Gobierno, industria,
medios de comunicación) manipula nuestra voluntad y nos somete a una
implacable maquinaria burocrática;
El progreso económico no es para
todos sino sólo para los países ricos, y se profundiza cada vez más
el abismo entre los países ricos y pobres; y,
El progreso técnico ha puesto en
peligro a la naturaleza, ha hecho desaparecer especies y amenaza
incluso con terminar con la civilización humana.
A partir de esa constatación del
fracaso de la promesa del progreso, Fromm buscó desentrañar el
fracaso de la misma yendo más allá de las obvias contradicciones
del industrialismo y asomándose a las dos principales premisas
sicológicas de la era industrial: 1) la de que la meta de la vida es
la felicidad, entendida como el máximo de placer, mediante la
satisfacción de todo deseo o necesidad subjetiva (hedonismo
radical); y, 2) la de que la satisfacción del egoísmo individual
genera armonía y paz social y produce bienestar para todos.
En cuanto a lo primero, nuestro
autor demostró que la sola satisfacción de necesidades y deseos en
la sociedad industrial no hacía feliz al ser humano, dada la misma
esencia de la naturaleza humana, para la cual resultan incompatibles
la disciplina productiva capitalista y el ideal de un placer
ilimitado. Al fin, constataba Fromm, la mezcla de las exigencias
laborales y de los placeres masivos (televisión, auto y sexo)
terminaba por producir una alienación general, de modo que ninguna
sociedad como la industrial producía tal cantidad de gentes
infelices: solitarios, angustiados, deprimidos, destructivos y
dependientes.
En cuanto a lo segundo, es decir, la
disyuntiva entre egoísmo y altruismo que acosaba al hombre
contemporáneo, Fromm demostró que el egoísmo no estaba vinculado
sólo con la conducta, sino con el carácter. Eso equivalía a
plantear como esencia del egoísmo capitalista los siguientes rasgos:
que lo quiero todo para mí; que siento placer al poseer y no
compartir mis bienes con los demás; que debo ser avaro, porque mi
meta es tener y porque más soy cuanto más tengo; y que por este
rumbo debo sentir antagonismo hacia todos mis semejantes: hacia mis
clientes, a los que busco engañar; hacia mis competidores, a los que
deseo vencer y destruir; hacia mis obreros, a los que deseo explotar
al máximo. Es más: nunca puedo quedar satisfecho, porque cada vez
deseo poseer más; debo envidiar a los que tienen más, porque me
hacen sentir menos que ellos, y temer a los que tienen menos, porque
me envidian y me pueden hacer daño (robar, secuestrar, engañar).
Pero debo disimular todos esos sentimientos ruines de envidia,
ambición y miedo, y debo mostrarme ante el público como se muestran
todos los iguales a mí: un individuo tranquilo, sonriente, afable,
sincero y seguro de sí mismo. De este modo, más allá de las
simulaciones de cada uno, el egoísmo individual y el ansia de poseer
más alimentan una guerra de clases interminable, porque “la
avaricia y la paz se excluyen mutuamente”. 1 Dicho de otro modo,
esos rasgos de carácter egoísta que nos engendra el sistema
socioeconómico, “son patógenos y a la larga enferman al individuo
y, por consiguiente, a la sociedad.”
Para profundizar en el análisis de
esta disyuntiva entre TENER y SER, Fromm profundizó en el
pensamiento de los grandes “Maestros de la Vida”: Buda,
Jesucristo, Eckhart y Marx, concluyendo que todos ellos habían
planteado la necesidad de SER mucho y no de TENER mucho. Impresionado
con esta disyuntiva, se abocó a la tarea de estudiar individuos y
grupos mediante el método sicoanalítico. Tras muchos años de
analizar esta base empírica, llegó a la conclusión de que “la
distinción entre TENER y SER, junto con la del amor a la vida y el
amor a la muerte, representa el problema más crucial de la
existencia”, precisando que “los datos empíricos, antropológicos
y sicoanalíticos, tienden a demostrar que tener y ser son dos modos
fundamentales de la experiencia, las fuerzas que determinan las
diferencias entre los caracteres de los individuos y los diversos
tipos de caracteres sociales.”
Pasó luego a un análisis
lingüístico de los términos en mención, planteando que Tener es
una expresión engañosamente sencilla, porque todo ser humano tiene
algo y es imposible vivir sin tener cosas. Pero halló también que
en no todos los idiomas existía la palabra tener, lo que significaba
que ésta “se desarrolló en relación con la propiedad privada”.
En cuanto a Ser, halló que esta palabra era más compleja que la
anterior, porque no solo servía para referirse a condiciones de
existencia (soy alto, soy viejo, soy pobre) sino sobre todo a
cuestiones esenciales de la existencia, como cuando afirmamos: yo soy
yo y mi circunstancia.
A partir de estos análisis, Fromm
llegó a formular el planteamiento de que Tener y Ser eran dos modos
fundamentales de existencia de los seres humanos, dos tipos distintos
de estructura del carácter cuyo predominio respectivo determina la
totalidad del pensamiento, de los sentimientos y de los actos de la
persona.
Precisando cada una de estas
alternativas, concluyó que “en el modo de existencia de Tener, mi
relación con el mundo es de posesión y propiedad, deseo convertir
en mi propiedad todo el mundo y todas las cosas, incluso a mí
mismo.”
A su vez, “en el modo de
existencia de Ser, debemos identificar dos formas de ser. Una se
opone a Tener y significa una relación viva y auténtica con el
mundo. La otra forma de Ser se opone a laApariencia y se refiere a la
verdadera naturaleza, a la verdadera realidad de una persona o cosa
que se opone a las apariencias engañosas…” (Creo que un buen
ejemplo de ello es la fotografía colectiva de gentes desnudas,
efectuada en Chile y otros países, por convocatoria de un fotógrafo
norteamericano. La gente decía estar feliz de participar, porque esa
desnudez simbolizaba el despojarse de toda posesión y propiedad,
para volver a ser personas esenciales, originales, auténticas)
Luego, Fromm pasó a ensayar varias
diferenciaciones del modo de Tener y del modo de Ser en la
experiencia cotidiana.
En el aprendizaje, halló que los
estudiantes del modo de Tener sólo tenían una meta: retener lo
“aprendido” para repetirlo en los exámenes, y que se sentían
perturbados por las ideas nuevas acerca del tema, que ponían en
peligro la información que ya poseían. En el modo de Ser, por su
parte, los estudiantes se planteaban una relación absolutamente
diferente con el aprendizaje, sin buscar la acumulación bancaria de
conocimientos en la memoria sino oyendo, captando y respondiendo de
manera activa y productiva, pensando en los fenómenos, preguntándose
por su esencia y ensayando por sí mismos nuevas maneras de
comprensión.
En la conversación, halló que “en
el modo de Tener las personas se apoyan en lo que tienen, mientras
que en el modo de Ser los individuos se basan en el hecho de que son,
de que están vivos y que algo nuevo surgirá si tienen el valor de
entregarse y responder. Se entregan plenamente a la conversación, y
no se inhiben, porque no les preocupa lo que tienen. Su vitalidad es
contagiosa, y a menudo ayuda al otro a trascender su egocentrismo.
Así, la conversación deja de ser un intercambio de mercancías
(información, conocimiento, status) y se convierte en un diálogo en
que ya no importa quién tiene la razón.”
Pero quizá su mayor logro fue el
análisis del Amor a la luz de estos dos modos de vivir. Fromm
plantea de entrada que “no existe una cosa concreta llamada “amor”.
El amor es una abstracción, quizá una diosa o un ser extraño,
aunque nadie ha visto a esa diosa. En realidad, dice, solo existe el
acto de amar, que … implica cuidar, conocer, responder, afirmar,
gozar de una persona, de un árbol, de una pintura, de una idea.
Significa dar vida, aumentar su vitalidad.”
Esa premisa lo lleva a afirmar que
“experimentar amor en el modo de Tener implica encerrar, aprisionar
o dominar al objeto “amado”. Es sofocante, debilitador, mortal,
no dador de vida.”
“Durante el noviazgo, dice Fromm,
nadie está seguro todavía de su pareja, pero cada uno trata de
conquistar al otro. Ambos son vitales, atractivos, interesantes y
hasta bellos, ya que la vitalidad embellece el rostro. Ninguno tiene
al otro; por consiguiente, las energías de ambos están dirigidas a
ser, es decir, a dar y a estimular al otro. (Pero) en el matrimonio,
la situación con frecuencia cambia fundamentalmente. El acta
matrimonial le da a cada esposo la posesión exclusiva del cuerpo, de
los sentimientos, de las atenciones del otro. Ninguno de los dos debe
conquistar, porque el amor se ha convertido en algo que se tiene, en
una propiedad. Los esposos dejan de esforzarse por ser amables y dar
amor, por ello se aburren, … se sienten desilusionados y
confundidos. … En vez de amarse, llegan a un acuerdo para compartir
lo que tienen: el dinero, la posición social, la casa, los hijos.
Por ello, en algunos casos el matrimonio que se inicia con amor, se
transforma en una asociación amistosa, en una empresa en la que dos
egotismos se reúnen en uno solo: el de ‘la familia’ “.
Cita:
1 Erich Fromm, “El arte de amar”, Fondo de Cultura Económica,
México, 1996, p. 25.
Fuente:
https://academiafrancmasonicaecuatoriana.wordpress.com/2010/03/23/tener-o-ser-una-aproximacion-al-pensamiento-humanista-de-erich-fromm/#more-483