domingo, 16 de octubre de 2016

¿TENER O SER? UNA APROXIMACIÓN AL PENSAMIENTO HUMANISTA DE ERICH FROMM (Por Jorge Núñez Sánchez)

Resumen: Erich Fromm, en su “Credo” de 1965, señaló como alternativa del ser humano contemporáneo la de TENER o SER y planteó “ser” mucho aunque se “tenga” poco. Una década después, en su libro “¿Tener o Ser?” denunció el fracaso de la promesa de progreso ilimitado de capitalismo y socialismo, basada en producción ilimitada, libertad absoluta y felicidad sin restricciones. Pero la satisfacción de deseos materiales no produce felicidad, la libertad no es posible en la sociedad de consumo, el progreso económico no es para todos y el progreso técnico ha puesto en peligro la naturaleza. Este fracaso se basa en dos premisas falsas de la sociedad industrial: que la meta es felicidad – placer – satisfacción de deseos y que el egoísmo individual genera bienestar social. Analizó la disyuntiva Tener-Ser en el pensamiento de Buda, Jesucristo, Eckhart y Marx, coincidentes en la necesidad de Ser mucho y no Tener mucho. Profundizó el análsis empírico y concluyó que la distinción entre Tener y Ser -junto con la del amor a la vida y la muerte- representa el problema más crucial de la existencia. Encontró que la palabra tener no existe en todos los idiomas y se desarrolló con la propiedad privada. Planteó que Tener y Ser son dos modos de existencia: la relación del primero con el mundo es de posesión y propiedad, mientras la segunda es viva y auténtica, opuesta a apariencias engañosas. Ensayó diferenciaciones del modo de Tener y del modo de Ser en la experiencia cotidiana: en la educación (retención y memoria vs. pensamiento y comprensión), en la conversación (intercambio de mercancías vs. diálogo) y en la acción de amar (cuidar, conocer, dar vida, aumentar la vitalidad, vs. encerrar, aprisionar o dominar).


En su famoso Credo de 1965, Erich Fromm planteó ya, como una de las alternativas esenciales que se presentan para el ser humano contemporáneo, la de TENER o SER. Dijo entonces: “Creo posible la realización de un mundo en el que el hombre pueda “Ser” mucho aunque “Tenga” poco; un mundo en el que el móvil dominante de la existencia no sea el consumo; un mundo en el que el ser humano sea el fin primero y último; un mundo en el que pueda encontrar la manera de dar un objeto su vida y la fortaleza de vivir libre y desengañado.”

Esa idea esencial fue llevada alrededor de una década más tarde a una formulación amplia y detallada, en la que el gran autor germano–americano desarrolló un aspecto esencial de su teoría sicoanalítica social, cual es el de las compulsiones de egoísmo y altruísmo que laten en cada ser humano y lo llevan a optar por un particular modo de existencia. Esta disyuntiva, esbozada ya por Fromm en sus obras anteriores, lo llevó a redactar el libro “¿Tener o Ser?”, que pronto habría de convertirse en otro de los hitos fundamentales de su pensamiento sicológico y filosófico.

Nuestro autor comenzó esta obra denunciando el fracaso de lo que llamó “la Gran Promesa de un Progreso Ilimitado”, según la cual todas las sociedades industriales, tanto capitalistas como socialistas, habían ofrecido e los pueblos dominar la naturaleza por medio de la tecnología, alcanzar la abundancia material, brindar la mayor felicidad a un número cada vez mayor de personas y alcanzar una libertad personal segura y sin riesgos. Dicho de otro modo, la nueva religión del Progreso se asentaba en una nueva trinidad: “producción ilimitada, libertad absoluta y felicidad sin restricciones.” Incluso las sociedades del “socialismo real” pensaban de este modo, sustituyendo las clásicas promesas revolucionarias de antaño (como la de los anarquistas guayaquileños de 1922, que rezaba “Pan, Libertad, Amor y Ciencia”), o las reflexiones de Marx sobre la necesidad de construir de un “hombre nuevo” (cosa con la que también soñaba el Ché Guevara), por la promesa de hacer que todos los trabajadores vivieran como la burguesía: satisfechos en sus apetitos materiales y rodeados de cosas.

Pero en el mismo siglo XX la realidad demostró, según dice Fromm, lo deleznable de esa Gran Promesa, en razón de que muchas gentes fueron descubriendo que:

La satisfacción ilimitada de los deseos no produce un genuino bienestar, no es la ruta para conseguir la felicidad y ni siquiera brinda el placer absoluto;
La libertad individual ilimitada no es posible, porque la sociedad de consumo (Gobierno, industria, medios de comunicación) manipula nuestra voluntad y nos somete a una implacable maquinaria burocrática;
El progreso económico no es para todos sino sólo para los países ricos, y se profundiza cada vez más el abismo entre los países ricos y pobres; y,
El progreso técnico ha puesto en peligro a la naturaleza, ha hecho desaparecer especies y amenaza incluso con terminar con la civilización humana.
A partir de esa constatación del fracaso de la promesa del progreso, Fromm buscó desentrañar el fracaso de la misma yendo más allá de las obvias contradicciones del industrialismo y asomándose a las dos principales premisas sicológicas de la era industrial: 1) la de que la meta de la vida es la felicidad, entendida como el máximo de placer, mediante la satisfacción de todo deseo o necesidad subjetiva (hedonismo radical); y, 2) la de que la satisfacción del egoísmo individual genera armonía y paz social y produce bienestar para todos.

En cuanto a lo primero, nuestro autor demostró que la sola satisfacción de necesidades y deseos en la sociedad industrial no hacía feliz al ser humano, dada la misma esencia de la naturaleza humana, para la cual resultan incompatibles la disciplina productiva capitalista y el ideal de un placer ilimitado. Al fin, constataba Fromm, la mezcla de las exigencias laborales y de los placeres masivos (televisión, auto y sexo) terminaba por producir una alienación general, de modo que ninguna sociedad como la industrial producía tal cantidad de gentes infelices: solitarios, angustiados, deprimidos, destructivos y dependientes.

En cuanto a lo segundo, es decir, la disyuntiva entre egoísmo y altruismo que acosaba al hombre contemporáneo, Fromm demostró que el egoísmo no estaba vinculado sólo con la conducta, sino con el carácter. Eso equivalía a plantear como esencia del egoísmo capitalista los siguientes rasgos: que lo quiero todo para mí; que siento placer al poseer y no compartir mis bienes con los demás; que debo ser avaro, porque mi meta es tener y porque más soy cuanto más tengo; y que por este rumbo debo sentir antagonismo hacia todos mis semejantes: hacia mis clientes, a los que busco engañar; hacia mis competidores, a los que deseo vencer y destruir; hacia mis obreros, a los que deseo explotar al máximo. Es más: nunca puedo quedar satisfecho, porque cada vez deseo poseer más; debo envidiar a los que tienen más, porque me hacen sentir menos que ellos, y temer a los que tienen menos, porque me envidian y me pueden hacer daño (robar, secuestrar, engañar). Pero debo disimular todos esos sentimientos ruines de envidia, ambición y miedo, y debo mostrarme ante el público como se muestran todos los iguales a mí: un individuo tranquilo, sonriente, afable, sincero y seguro de sí mismo. De este modo, más allá de las simulaciones de cada uno, el egoísmo individual y el ansia de poseer más alimentan una guerra de clases interminable, porque “la avaricia y la paz se excluyen mutuamente”. 1 Dicho de otro modo, esos rasgos de carácter egoísta que nos engendra el sistema socioeconómico, “son patógenos y a la larga enferman al individuo y, por consiguiente, a la sociedad.”

Para profundizar en el análisis de esta disyuntiva entre TENER y SER, Fromm profundizó en el pensamiento de los grandes “Maestros de la Vida”: Buda, Jesucristo, Eckhart y Marx, concluyendo que todos ellos habían planteado la necesidad de SER mucho y no de TENER mucho. Impresionado con esta disyuntiva, se abocó a la tarea de estudiar individuos y grupos mediante el método sicoanalítico. Tras muchos años de analizar esta base empírica, llegó a la conclusión de que “la distinción entre TENER y SER, junto con la del amor a la vida y el amor a la muerte, representa el problema más crucial de la existencia”, precisando que “los datos empíricos, antropológicos y sicoanalíticos, tienden a demostrar que tener y ser son dos modos fundamentales de la experiencia, las fuerzas que determinan las diferencias entre los caracteres de los individuos y los diversos tipos de caracteres sociales.”

Pasó luego a un análisis lingüístico de los términos en mención, planteando que Tener es una expresión engañosamente sencilla, porque todo ser humano tiene algo y es imposible vivir sin tener cosas. Pero halló también que en no todos los idiomas existía la palabra tener, lo que significaba que ésta “se desarrolló en relación con la propiedad privada”. En cuanto a Ser, halló que esta palabra era más compleja que la anterior, porque no solo servía para referirse a condiciones de existencia (soy alto, soy viejo, soy pobre) sino sobre todo a cuestiones esenciales de la existencia, como cuando afirmamos: yo soy yo y mi circunstancia.

A partir de estos análisis, Fromm llegó a formular el planteamiento de que Tener y Ser eran dos modos fundamentales de existencia de los seres humanos, dos tipos distintos de estructura del carácter cuyo predominio respectivo determina la totalidad del pensamiento, de los sentimientos y de los actos de la persona.
Precisando cada una de estas alternativas, concluyó que “en el modo de existencia de Tener, mi relación con el mundo es de posesión y propiedad, deseo convertir en mi propiedad todo el mundo y todas las cosas, incluso a mí mismo.”

A su vez, “en el modo de existencia de Ser, debemos identificar dos formas de ser. Una se opone a Tener y significa una relación viva y auténtica con el mundo. La otra forma de Ser se opone a laApariencia y se refiere a la verdadera naturaleza, a la verdadera realidad de una persona o cosa que se opone a las apariencias engañosas…” (Creo que un buen ejemplo de ello es la fotografía colectiva de gentes desnudas, efectuada en Chile y otros países, por convocatoria de un fotógrafo norteamericano. La gente decía estar feliz de participar, porque esa desnudez simbolizaba el despojarse de toda posesión y propiedad, para volver a ser personas esenciales, originales, auténticas)

Luego, Fromm pasó a ensayar varias diferenciaciones del modo de Tener y del modo de Ser en la experiencia cotidiana.

En el aprendizaje, halló que los estudiantes del modo de Tener sólo tenían una meta: retener lo “aprendido” para repetirlo en los exámenes, y que se sentían perturbados por las ideas nuevas acerca del tema, que ponían en peligro la información que ya poseían. En el modo de Ser, por su parte, los estudiantes se planteaban una relación absolutamente diferente con el aprendizaje, sin buscar la acumulación bancaria de conocimientos en la memoria sino oyendo, captando y respondiendo de manera activa y productiva, pensando en los fenómenos, preguntándose por su esencia y ensayando por sí mismos nuevas maneras de comprensión.

En la conversación, halló que “en el modo de Tener las personas se apoyan en lo que tienen, mientras que en el modo de Ser los individuos se basan en el hecho de que son, de que están vivos y que algo nuevo surgirá si tienen el valor de entregarse y responder. Se entregan plenamente a la conversación, y no se inhiben, porque no les preocupa lo que tienen. Su vitalidad es contagiosa, y a menudo ayuda al otro a trascender su egocentrismo. Así, la conversación deja de ser un intercambio de mercancías (información, conocimiento, status) y se convierte en un diálogo en que ya no importa quién tiene la razón.”

Pero quizá su mayor logro fue el análisis del Amor a la luz de estos dos modos de vivir. Fromm plantea de entrada que “no existe una cosa concreta llamada “amor”. El amor es una abstracción, quizá una diosa o un ser extraño, aunque nadie ha visto a esa diosa. En realidad, dice, solo existe el acto de amar, que … implica cuidar, conocer, responder, afirmar, gozar de una persona, de un árbol, de una pintura, de una idea. Significa dar vida, aumentar su vitalidad.”

Esa premisa lo lleva a afirmar que “experimentar amor en el modo de Tener implica encerrar, aprisionar o dominar al objeto “amado”. Es sofocante, debilitador, mortal, no dador de vida.”

“Durante el noviazgo, dice Fromm, nadie está seguro todavía de su pareja, pero cada uno trata de conquistar al otro. Ambos son vitales, atractivos, interesantes y hasta bellos, ya que la vitalidad embellece el rostro. Ninguno tiene al otro; por consiguiente, las energías de ambos están dirigidas a ser, es decir, a dar y a estimular al otro. (Pero) en el matrimonio, la situación con frecuencia cambia fundamentalmente. El acta matrimonial le da a cada esposo la posesión exclusiva del cuerpo, de los sentimientos, de las atenciones del otro. Ninguno de los dos debe conquistar, porque el amor se ha convertido en algo que se tiene, en una propiedad. Los esposos dejan de esforzarse por ser amables y dar amor, por ello se aburren, … se sienten desilusionados y confundidos. … En vez de amarse, llegan a un acuerdo para compartir lo que tienen: el dinero, la posición social, la casa, los hijos. Por ello, en algunos casos el matrimonio que se inicia con amor, se transforma en una asociación amistosa, en una empresa en la que dos egotismos se reúnen en uno solo: el de ‘la familia’ “.

Cita:

1 Erich Fromm, “El arte de amar”, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p. 25.



Fuente: https://academiafrancmasonicaecuatoriana.wordpress.com/2010/03/23/tener-o-ser-una-aproximacion-al-pensamiento-humanista-de-erich-fromm/#more-483