Resumen:
En la obra inédita “La Patria nuestra de cada día”, escrita en
2008, nuestro hermano Pedro Saad narra hechos de nuestra historia
escritos a manera de noticias que se hubiesen publicado en los mismos
dias en que acontecieron los sucesos referidos. La presente “noticia”
de la historia corresponde al 20 de marzo de 1887, hace 126 años, y
relata el fusilamiento del querido hermano Luis Vargas Torres, de 32
años de edad, en la ciudad de Cuenca, Ecuador, por insurrecto contra
el gobierno establecido del conservador Plácido Caamaño y por
liberal y francmasón. Se trata de una narración vívida de los
momentos del fusilamiento “en el preciso momento en que el Obispo
oficiaba misa en la Catedral”, de su despedida “Hermanos, hasta
la eternidad” y de los antecedentes que llevaron a este desenlace,
su entrega, consejo de guerra, defensa, negativa a pedir el indulto
por considerarlo “inútil e indigno”, y su regreso a la celda
momentos después de su fuga, porque sus compañeros de armas y de
logia permanecían detenidos y ello podía costarles la vida.
Domingo,
20 de marzo de 1887
A
pesar de la petición de todo Cuenca
Fusilaron
al coronel Luis Vargas Torres
Cuenca.
URGENTE.- A las 8:40 de la mañana de este domingo, 20 de marzo de
1887, en el preciso momento en que el Obispo oficiaba misa en la
Catedral, fue fusilado aquí el coronel liberal esmeraldeño Luis
Vargas Torres, de 32 años de edad.
Pocos
momentos después de las 8 de la mañana, con fanfarrias y redobles
de tambor, hicieron su ingreso a la plaza principal el auditor de
guerra, mayor Mariano Vidal y el condenado, a quienes acompañaba el
sacerdote Landívar, pese a que Vargas Torres se había negado a
recibir comunión del Obispo Miguel León.
Los
esperaba un piquete del batallón Azuay, al mando del oficial
Ezequiel Sigüenza, dispuesto a llevar a cabo el fusilamiento.
El
auditor leyó la sentencia y advirtió a la muchedumbre que “todo
aquel que protestare por este hecho correrá en el acto igual
suerte”.
Como
es lógico, el silencio cayó sobre la plaza, pero alcanzó a
escucharse un lejano sollozo, que hizo que el joven coronel buscara
con la mirada, para encontrarse con los ojos de sus compañeros de
armas que habían sido obligados a asistir a la ejecución.
Sacándose
el amplio sombrero que lo ha caracterizado, Vargas Torres hizo un
amplio saludo a sus compañeros y diciéndoles “Hermanos, hasta la
eternidad”, se volvió hacia Sigüenza e inquirió “¿dónde debo
colocarme?”
El
oficial señaló el cuarto arco de la plaza, y Vargas Torres se ubicó
allí. Un suboficial del batallón se acercó para vendar sus ojos,
pero el coronel lo rechazó cortésmente. Le ofrecieron un punto de
apoyo, que fue igualmente declinado. Alzó la mirada, adelantó un
tanto el pie izquierdo y, poniendo sus manos en las bocamangas del
chaleco, esperó la descarga.
Así
sonó la voz de “Fuego”.
Un
Héroe Indeclinable
Desde
que fuera capturado el 7 de diciembre del año pasado, la odisea
legal y moral del “caso Vargas Torres” ha tenido conmovido a todo
el país.
Capturado
por las fuerzas del gobierno de Plácido Caamaño, Vargas Torres se
presentó ante el coronel Antonio Vega Muñoz, se cuadró
marcialmente y le dijo “Coronel, aquí tiene usted a su víctima”.
Vega,
quien pese a sus convicciones curuchupas se ha distinguido siempre
por su caballerosidad, le repuso“Imposible. Su vida está
garantizada mientras yo tenga el comando de las tropas”.
El
Consejo de Guerra instaurado los días 4 y 5 de enero de este año de
1887 sentenció a la pena capital a Vargas Torres y a cuatro de sus
compañeros de armas y de Logia masónica (Pedro Cavero, Filomeno
Pesantes, Jacinto Nevares y Rafael Palacios).
En
el proceso, Vargas Torres, pese a no ser abogado con título, asumió
la defensa de los acusados y concluyó su vibrante intervención
diciendo “Juzgad. Fallad. Yo he cumplido con mi deber”.
Tan
pronto se dictó la sentencia, se sugirió a los condenados que
firmasen una solicitud de indulto, que los cuatro compañeros
suscribieron de inmediato, pero Vargas Torres se negó a hacerlo. En
su nombre –y sin su conocimiento– firmaron los doctores Emilio
Arévalo y Moisés Arteaga.
El
Consejo de Estado resolvió favorablemente el indulto de los otros
cuatro condenados, pero se negó a hacerlo con Vargas Torres, dando
con esto la razón al héroe, que siempre consideró inútil e
indigno pedir clemencia a un gobierno al que considera su enemigo
tiránico y antipatriótico.
Comenzó
entonces una auténtica cruzada nacional para reclamar la conmutación
de la pena, y un grupo de miembros de su Logia (curiosamente
denominada “Paz y Orden”), entre los cuales se encontraba su
medio hermano Jorge Concha Torres, planearon una fuga del presidio,
para llevar a Vargas hasta el Brasil, atravesando toda la selva. Para
esto cohecharon a un guardia del penal.
Realizado
el proyecto, los complotados lograron sacarlo de la cárcel; pero, ya
encontrándose fuera, Vargas Torres constató que la fuga lo incluía
sólo a él, y que sus compañeros permanecerían detenidos.
Temió
entonces que, a falta de él y a pesar del indulto concedido, se
fusilara a sus compañeros de prisión y, volviéndose hacia el
carcelero que le había franqueado la salida, le preguntó “¿cuánto
quieres por los demás?”
“Nada
-fue la respuesta-. Pagaría con mi vida. La fuga de uno puede
explicarse. La de todos, imposible”.
Luis
Vargas Torres lo miró a los ojos y, sin decir una sola palabra más,
volvió a su celda, pese a que el camino de su fuga estaba expedito.
El
día 11 de marzo se insistió en pedir que se conmutara la pena, lo
que fue igualmente negado y, como el coronel Vega caballerosamente se
negara a cumplir la sentencia, se lo trasladó, confiando el mando al
coronel Muñoz Vernaza.
A
la tarde de ayer su celda fue visitada por un oficial, un letrado
civil y el Obispo León. Vargas Torres, que recibía en ese momento
la visita del niño Carlos Zevallos Zambrano (hijo de una amiga de su
familia), lo retuvo diciéndole: “No te vayas. Vas a oir mi
sentencia de muerte, y mañana me vas a ver fusilar, para que
aprendas cómo mueren los hombres”.
Efectivamente,
el objeto de la visita era informarle que la mañana de hoy se
llevaría a cabo la sentencia, y el Obispo le ofreció entonces sus
“auxilios espirituales”. Vargas Torres lo rechazó. “Ustedes
ven la luz de un lado -le dijo-. Yo la veo del opuesto. Pierde usted
su tiempo y me lo quita a mí”.
De
inmediato sacó papel y pluma y escribió una extensa carta a su
madre.
Escarnio
sobre el Crimen
Luego
del fusilamiento de hoy, el Comisario Municipal Mariano Abad Estrella
resolvió que el cadáver del coronel francmasón no podía reposar
en el cementerio, y dispuso que cuatro peones lo tomaran de brazos y
piernas y lo llevaran a rastras, mientras su cabeza golpeaba contra
los adoquines de las calles.
Fue
arrojado en una pendiente, donde un espíritu caritativo echó al
menos una manta sobre su cuerpo, que rodó a la quebrada.
La
misma quebrada a la que hace 30 años fue arrojada la igualmente
excomulgada poetisa Dolores Veintimilla de Galindo.
Paz
para el héroe en el Oriente Eterno.
Para
saber más…
Don
Jorge Pérez Concha escribió un vibrante testimonio de la vida del
heroico coronel que Eugenio De Janón incluyó en su obra “El Viejo
Luchador”. Si ya no le es posible encontrar un ejemplar de ese
libro clásico, le recomendamos “Nuestro Vargas Torres” de César
Névil Estupiñán (Edit. CCE. Quito, 1995).
N.
del E.: También puede leerse el folleto biográfico “Luis Vargas
Torres, cuando los liberales florecían” de Alejandro Sigüenza
Guzmán (Quito, Pentalpha, 2007), el cual incluye una ficción
literaria de cómo pudo haberse desarrollado iniciación masónica de
Vargas Torres, textos de su última carta y la narración detallada
de su fusilamiento, sucesos previos y reacciones posteriores.
Fuente:
https://academiafrancmasonicaecuatoriana.wordpress.com/2013/03/20/fusilaron_a_vargas_torres/#more-189